Lo siguiente que supe fue que alguien me tomaba y cargaba en brazos. Tenían que haber sido unos brazos fuertes, y me eran familiares.
Incliné mi cabeza hacia atrás y miré su rostro, su mirada fija al frente, con el ceño ligeramente fruncido, concentrado en quien sabe qué y unas pequeñas gotas de sudor en su frente que quería limpiarlas. Mario luce tan sexy cuando suda.
¿Mario?- No puedo creer que hayas hecho esto - murmuró, sin mirarme- Voy a llevarte a casa y tú y yo vamos a hablar.
Entonces fue cuando recordé que yo seguía en el bar, en la fiesta de Gustavo. Y Mario me cargaba frente a todos al estilo "recién casados" con mis brazos torpemente alrededor de su cuello y él sosteniéndome de mis piernas.
Yo no necesitaba su ayuda. Yo no lo quería aquí, podía llegar a casa sola.
Mario había desaparecido por varios días, sin siquiera preocuparse por su hija…. O por mí.Quería decirle muchas cosas, quería que me dijera donde se había estado metiendo estos últimos días, quería decirle lo mucho que Kim lo extrañaba, pero no dije nada porque yo lo había alejado, ahora venia aquí a hacerse pasar por un héroe. Y yo no necesitaba su ayuda.
- ¡Déjame! Suéltame -gruñí, moviéndome para tratar que me bajara- No tienes derecho a decirme qué hacer.
- Lo tengo -replicó- Sigo siendo tu esposo, aunque tú hayas dejado de comportarte como mi esposa hace mucho.
Me dejo caer sobre el asiento copiloto de un auto.
No era el mío claramente, era el suyo. Aún me sentía mareada por el alcohol en mi cuerpo, pero comenzaba a visualizar las luces y cosas de mi entorno. Mario rodeó el auto y subió al lado del conductor. Me acomodé en el asiento de forma que no me sentía tan vulnerable a estar en su auto.
- Puedes dejar de fingir también, si eso es lo que tanto te molesta -añadí, con ironía.
- ¿Crees que estoy fingiendo? ¡Crees que yo estaría aquí de estar fingiendo serlo! -gritó, volviéndose hacia mí. Apretando su agarre al volante, sus nudillos se volvían blancos por la fuerza.
- Solo llévame a casa –dije, casi en un susurro, no tenía ánimos de comenzar una pelea aquí mismo.
Mario resopló aire, volvió su mirada al frente y espero un par de segundos para tomar otra respiración, y poner en marcha el auto. El camino a casa fue en silencio. Sabía que no sería por mucho.Cuando llegamos Mario estacionó el auto frente a la casa, en el mismo lugar de todos los días para su auto, con intenciones de no sólo dejarme e irse.
- Conozco el camino, puedes irte -le dije, bajándome de su auto y cerrando su puerta bruscamente. Mario odiaba que hiciera eso. Já, punto a mi favor.
Pero él no le tomó importancia, pues cuando bajo del auto se quedo mirando a la casa, todas las luces estaban apagadas, excepto la pequeña luz de una lámpara de leer en el cuarto Kimberly, que se podía ver desde su ventana.
- ¿Dejaste a Kimberly sola? –vi el enojo asomarse a sus ojos- Mierda ______, solo tiene cinco años. ¡Que irresponsable fue eso de tu parte!
- ¿Qué? Oye, no vas a venir a decirme como debo ser una buena madre, cuando tú has abandonado a tu hija estos últimos días –espeté, Mario me lanzó una mirada acusadora- La deje dormida, ¿bien? Solo iba a irme por unas horas y volvería tan pronto y saludara a Gustavo.
- Claro y terminarías igual o peor de borracha de lo que ya lo estás -replicó, caminando hacia la entrada, sacando sus llaves y abriendo la puerta, sin darme siquiera tiempo para impedirle entrar. Y lo seguí.
- ¿Qué estás haciendo?
- Voy a ir a ver a mi hija –espetó.
Para su comodidad dejo las llaves de su auto y su celular sobre la mesita del centro de la sala e hizo camino hacia la habitación de Kim.
Estaba tan mareada que me dejé caer sobre uno de los sillones. No lo seguí pues estaba segura que Kimberly estaba bien, ella tenía el sueño pesado y despertaría hasta mañana. Yo misma lo había comprobado.
Un celular comenzó a sonar. Apreté las yemas de mis dedos sobre mis sienes para tratar de calmar el dolor inminente de cabeza, que si fuera poco el ruido del celular lo volvía peor.
Me di cuenta que se trataba del celular de Mario que estaba sobre mi mesa, junto a sus llaves.
Lo tomé. No vi de quién se trataba, sólo presione el botón verde.
- Hey Mario, ¿todo bien? ¿Ya vienes de regreso? Me dejaste muy preocupada... –respondieron. Era la voz de una mujer. Maldita sea, estaba tan segura que era una mujer, pero no podía reconocerla. Me quedé callada- ¿Mario? ¿Estás ahí? Tú y yo dejamos algo pendiente...
Colgué. No pude escuchar más.
No.
Una mujer.
Una mujer llamó al celular de mi esposo.
Dios mío, peor aún.
Una mujer estaba con mi esposo.
Dejé el celular lejos de mí y espere a que Mario regresara. Esa llamada me había arrastrado de nuevo a la realidad y al presente.Comenzaba a sentirme enferma por pensar en los posibles planes de Mario para esta noche. Quería ir con él y sacarlo a empujones de esta casa, pero me sentía tan débil y frágil, que apenas podía sostener mi propia cabeza.
Un par de minutos después escuché los pasos de Mario acercarse. Me incorporé en mi lugar y me senté. Mario se agachó y tomó sus pertenencias sin mirarme, vino a mi mente el accidente que había tenido hace poco, su antebrazo ya no usaba ningún yeso, ahora solo era un vendaje.
- Suerte que ella sigue durmiendo –dijo él- Aun no puedo creer que la hayas dejado sola.
- ¡¿Quieres dejar de culparme y solo desaparecer de mi vida?! –le grité tomándolo por sorpresa- Alguien te está esperando en un motel o donde quiera que estuvieras. Vete Mario.
- ¿Qué?
- Largate Mario -señalé la puerta principal con mi dedo- Me alegro que hayas encontrado un consuelo tan pronto.
- ¿De qué estás hablando?
- Acaban de llamar a tu celular. Dijo que tú y ella tenían algo pendiente. ¡Lárgate! –escupí las palabras.
- ¿Por qué revisaste mi celular? – Mario sonaba molesto, pero no me importaba, yo lo estaba aun más. Es ahí donde había estado estos días. Con ella, quién quiera que sea.
- Oh, lo siento. No sabía que las putas llamaban al celular de los clientes.
- No tienes idea de lo que estás hablando. Eres una hipócrita.
- ¿Qué dijiste?
- Hipócrita. Me acusas de estarte engañando cuando tú fuiste la primera en hacerlo.
- ¿Estás aceptando que me engañas?
- Piensa lo que quieras –dijo, con ligera arrogancia en sus palabras- Sigue divirtiéndote con ese estúpido chico ricitos.
– Se llama Sebastian, y sí lo haré –grité al aire, mientras Mario se giraba y caminaba hacia la puerta - ¡Él es mucho más divertido que tú!
Oh, mierda qué estoy diciendo. Para entonces cuando me di cuenta de mis palabras Mario se había ido.
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Hola aqui el capitulo espero y les haya gustado. No olviden votar y comentar para que la siga
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"Beautiful Lies." - Mario Bautista & Tu
أدب الهواة''Tiene que haber alguna forma para hacer que me quieras como antes''.