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— mami, baja la escalera con cuidado porfavor.
Me agarró la mano y así bajamos la escalera.. miren, la que no quería saber nada con el bebé, así estamos país.
— no es nada mi amor. –le di un beso en la cabeza.
— Tokio también tiene que tener cuidado, voy a ir hablar con ella.
Se fue corriendo, casi se cae encima... que torpe que es, dios mío.
Al llegar a la cocina estaba Matías con su computadora, estaba hablando por videollamada con Santino, me asomé para saludarlo.
— mostrame esa panza. –me pide.
Me subí un poco la remera dejando mi panza al aire libre, Santino sonríe y yo suelto una risita.
— ¿dónde está mi bebé?. –le pregunte.
— se fue a tomar unos mates con Lit Killah. –pone los ojos en blancos. En estado de celos estoy.
— uh ustedes son re giles. –me reí. Como les cuesta diferenciar la amistad eh.
— senti que eso fue más que nada para mi. –habla Matías.
— no amor, no fue para vos.
Le di un beso riendo, agarré el taper con fiambre y empecé hacerme sándwiches, tenía hambre. Le preparé uno a Bianca, la llamé, pero no me estaba dando bola.
— tu hija está muy callada. –mire a Matías. Una cagada se esta mandando.
— después de que me haya matado a la chancha, no me sorprende nada más.
Me levanté para ir en busca de Bianca. A llegar al patio estaba.. pobre perra.
— Bianca, deja a la perra hija.
Se la saqué de los brazos, la tenía envuelta en una manta.
— pero mami, es mi paciente, yo le estoy controlando su embarazo. –me mira. Interrumpiste mi trabajo.
— pero amor, ella tampoco puede tener golpes fuertes, se te puede caer o algo. Déjala tranqui ¿sí? Juga con ella.. pero no la alces.
Deje a Tokio libre, con Bianca entramos y nos pusimos a comer las dos mientras mirábamos una película de Barbie, la que iba a París. Yo de chiquita cuando la miraba, SIEMPRE quise un perro como ese, siempre. Nunca quisieron darmelo.
Salimos un ratito al parque los tres juntos, Bianca necesitaba distraerse mi chiquita. Me quería matar a los perros y eso no era la idea, para nada.
— ¿vos también te querés amacar?.
Matías me abraza por la cintura, rodeando mi panza con sus manos.
— no, no gracias. –me reí. ¿Me querés ir a comprar un algodón de azúcar? Porfi.