¿¡Ella sale con dos chicos a la vez!? Puede que sí, pero su historia no va de infidelidades sino de descubrimiento. De experimentar con el corazón, y de ir más allá de las relaciones normativas.
Lula ha terminado con su novio de toda la vida, el pr...
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Si cruzas esa línea, no hay vuelta atrás...
Mi adolescencia se basó en una búsqueda sin fin. No sabría explicarlo con claridad, sin embargo, me vi superado por un cóctel de emociones —cada una más letal que la otra—. Entonces descubrí el sexo. Al principio, me dejé llevar por la aventura y el placer. Si he de ser honesto, mi parte favorita era ir de caza. Era como si tuviese un sexto sentido para encontrar parejas. Pero conforme pasaba el tiempo, aquello dejó de satisfacerme. Fui a por más. Hubo semanas en las que el número de acompañantes superó el número de días. Y justo en ese momento lo vi claro...
Mi objetivo no era divertirme. Utilizaba mi libertad sexual como excusa para suprimir cada rastro de mí. ¿De qué otro modo habría apagado esa jodida voz en mi cabeza? Al final, me alegraba más un negativo en mis pruebas de ITS, que un aprobado en la universidad.
—Podrían despedirme.
Negué acercándome. El truco estaba en no fanfarronear. Ella iba a por mí, y yo a por ella. Lo único que debía hacer era convencerla de que el riesgo merecía la pena. Porque si decidía quedarse, aprovecharía cada segundo de esa noche. "Podrían oírnos, podrían vernos" eso sería lo de menos. Íbamos a darnos a la tarea de burlar todos los límites.
—Definitivamente tienes talento con las caderas, pero no me interesan los niñatos que abandonan a sus novias en las fiestas.
—Es tu día de suerte —esbocé una sonrisa—. Estoy soltero.
—¿Vas en serio?
Alcé mis hombros. Me daba igual que me creyese, o no. Sus ojos eran sinceros, esa chica estaba dispuesta a lo que sea con tal de verme encima de su cuerpo. Y aunque la idea me entusiasmaba, no estaba seguro de que fuese suficiente.
No. Hoy no. No voy a arruinarlo esta vez. —me autoconvencí.
De inmediato, me quité la pajarita y la chaqueta. Luego desabotoné su blusa acorralándola contra la puerta. El corazón le latía a mil por minuto. Metí la mano dentro de su sujetador y uno de sus pechos quedó a mi merced. Tenía pezones protuberantes, y sabía que con la estimulación correcta se endurecerían aún más. Joder, solo podía imaginarme chupándolos hasta dejar la carne roja, hasta que la inmediatez de su orgasmo la hiciese contraerse, o hasta que hallase calma en mi tacto. Y lo hice. Puse mi boca sobre su pezoncito y succioné con fuerza.
—Sí, sigue así —rogó acariciándome sobre el pantalón.
—Espera —dije alzando su muslo para inmovilizarla—. Primero tú.
Para ser honesto, tuve miedo de que la creciente erección desapareciese. Ya me había pasado antes, y no deseaba que se repitiese.