11: Y lo que tienes 💄

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»Se cree la gran cosa

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»Se cree la gran cosa.

»Ya, ya. Va siempre sola.

»Ni si quiera es tan guapa.

»¿Pero es que se cree guapa?

Fue entonces cuando descubrí que odiaba estar sola. De hecho, de haber sido valiente, me habría levantado y habría iniciado una conversación. Pero no lo era. El miedo al rechazo podía conmigo.

—¿Te vienes con nosotros? —inquirió un Dominico más cretino y menos amable.

Sin errores que replanteasen su vida, él era una persona diferente.

—No —estiré la cabeza hacia la puerta con la esperanza de que el tutor entrase—. No quiero que me pongan falta.

—Ya, pero no va a venir nadie.

Me encogí de hombros. Dominico empezaba a perder la paciencia, al fin y al cabo, mis respuestas siempre eran negativas.

—Venga, —tomó mi mano con insistencia— ya la mayoría está saliendo.

—No te hagas la estrecha —lo apoyó uno de sus amigos.

Ese grupo era de lo peor. Se creían con derecho a todo por el estatus de sus padres.

—Lula, hoy comes con nosotros ¿cierto? —intervino Linds.

No sabía mucho de ella ni de su grupo, pero conocía las etiquetas que tenían. Así como yo era nadie, Lindsay era la rara, Ángel el empollón y Rafael la futura estrella.

—¿No veis que estamos ocupados? —renegó Dominico.

—Vaaaale, —dijo Linds con un gesto aburrido— no pensé que fueses tan corto de entendimiento. Pero te daremos un rato para que proceses el rechazo ¿contento?

Había sido temeraria, pero bastaron dos palabras para desarmarla:

—Pírate, machorra.

Linds tenía nervios de acero, sin embargo, su armadura no era inmune a las burlas. A esa edad lo más importante era cómo te viesen los demás.

—Podéis seguir sin mí —le aconsejé echando una mirada a su grupo.

Ángel apretó los puños mientras que Rafael los examinaba sin ninguna expresión. De llegar a los golpes, no tendrían ninguna oportunidad, y me pareció injusto involucrarlos. Ni siquiera éramos cercanos.

—Voy a dejar pasar ese último comentario, pero como lo repitas... —pausó Rafael.

Él tenía la confianza de quien puede poseerlo todo, sin embargo, no hablaba desde la arrogancia sino desde su sentido de la lealtad.

Tres es la medidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora