6: De lo conocido 💄

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Quién sabe cuánto eran treinta minutos para Theo, y es que había evadido el tema hasta que yo misma dejé de preguntarle

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Quién sabe cuánto eran treinta minutos para Theo, y es que había evadido el tema hasta que yo misma dejé de preguntarle.

Lula: Puedes venir ;)

Theo: Ajám. Te sirve el domingo después de misa??

Lula: Hablo en serio

Visto

Sentí como si hubiese marcado unos límites a los que no debía acercarme.

Cuando comencé a salir con Rafael, pasó lo mismo. Al principio creí poder con todo, pero me fui perdiendo en una relación que no comprendía. Hasta que mis esfuerzos por gustarle se convirtieron en un sinsentido.

No quería moldearme al gusto de nadie más. O al menos eso es lo que me dije cuando vi a Sylvia parada en el balcón.

—¡Qué sorpresa! Haber avisado y te preparaba algo —ironicé en voz alta.

Sylvia, por otro lado, giró sonriente. —Te envié el dinero hace una semana.

—Lo vi —afirmé en un tono seco.

—He pagado las cuentas de este mes.

—¡Qué bien! ¿No?

Detestaba que ella hiciera eso. Era más que evidente que ninguna de esas cosas le importaba.

—Si tienes algo que decir, dilo de una vez —la apuré cruzándome de brazos.

—Eres demasiado impaciente. Un defecto que cuidar si pretendes llegar a algo en la cocina.

—Tú que sabrás.

—No mucho, al parecer —negó con la cabeza—. Apenas me estoy enterando que estás tomando clases especiales. Felicitaciones por ello.

—No te preocupes, no voy a pedirte dinero para nada.

Elevó una ceja y soltó una risita con la que logró incomodarme.

—Lo valoro mucho —empezó a decir con frialdad—. Pero no es el caso de Gonzalo, —me mostró un pedazo de papel arrugado— lo han suspendido.

Cogí la hoja de sus manos. Por lo visto, mi hermano se había peleado con uno de sus compañeros. —¿Ya hablaste con él?

—Lo dices como si fuera fácil —se quejó—. Desde que llegué, ha estado encerrado en su habitación.

—¿Qué esperabas?

—Bueno, no lo sé... —se acarició la mejilla con sus larguísimos dedos— esperaba que hablase con la persona que pone un techo sobre su cabeza, que paga lo que come, o que al menos fuese capaz de responder por esto.

Terminó por romper el documento donde notificaban la sanción que recibiría Gonzalo.

—Puedo hacerme cargo.

Tres es la medidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora