38: Debería avanzar 🍀

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ACTUALIZACIÓN 1/4

Si decides odiar a alguien que amas, el afecto no desaparece

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Si decides odiar a alguien que amas, el afecto no desaparece. Los dos sentimientos coexisten, y alguno de ellos acabará destruyéndote.

A menudo solía preguntarme en qué momento morí y llegué al infierno. Hiciera lo que hiciera, todo me parecía inútil. Fueron muchos años de estar perdido, y por primera vez deseé ser salvado.

Joder, la sobriedad no me pega en lo absoluto. ¿Algo de esto es normal?

De pronto, cientos de recuerdos aparecieron, por ejemplo; la primera vez que hice amigos, la primera vez que recibí una ovación del público, o la primera vez que me hundí en el autodesprecio.

Lo tenía demasiado presente. De hecho, los medios y las redes sociales se encargaron de inmortalizar las peores partes de mi niñez, y hasta cierto punto lo entendía; es decir, éramos una de las familias más ricas del país. Además, el divorcio de mis padres tardó un año en concretarse, y durante ese tiempo expusieron lo peor del otro.  Acabaron dividiendo los bienes generados durante el matrimonio, y aunque eran miles de millones de euros ninguno de ellos quedó satisfecho.

—Felicitaciones, oí que has tenido una hermana —dijo Dominico en el gimnasio, delante de todos.

Suspiré. Es irónico que mi ahora mejor amigo alguna vez me odió lo suficiente como para convertir mi vida en una pesadilla, pero en ese entonces no me importaba. Salí de allí con Lula siguiéndome. No quería pelear. Estaba harto de las miradas y las especulaciones.

—Del uno al diez, ¿qué tan lamentable he sido?

—Has hecho bien —me sonrió sincera—. Ese gilipollas solo quiere llamar la atención porque sabe que nunca será mejor que tú.

—Le gustas —murmuré—. Y ver la cara que pone cada vez que pasas de él, es lo mejor de mi día.

—¿Por qué?

Silencié. Aun no estaba seguro de lo que pasaba por mi cabeza. ¿Lula me gustaba? Siendo honesto, no sé en qué punto dejé de verla como a una amiga. Puede que ocurriese de repente. Ella brillaba, a pesar de los problemas. O quizás comenzó a gustarme cuando la vi asistiendo a todas mis presentaciones de piano. No lo sé. Lo único que tengo claro es que la admiraba y me moría de ganas por impresionarla.

No obstante, hay cosas que no se prevén.

Mi madre cayó en un círculo vicioso y de alguna manera consiguió que la gente nos viese por debajo del hombro. Mostraba varios síntomas de alcoholismo. Era más agresiva, menos coherente y extremadamente paranoica. Temía que mi padre intentase separarnos. De hecho, una vez se emborrachó tanto que se presentó en mi instituto montando una escena totalmente vergonzosa (tuve que apretar los dientes y seguirla). Aquello fue humillante tomando en cuenta las burlas que tuve que soportar.

Tres es la medidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora