No daba igual.
Aquella mañana me había propuesto dejarme de "indirectas", el chico no las entendía y, no iba a dejar que el destino me impusiese su voluntad. Subí al autobús decidida.
"¿Quién dijo que había que dejar que todo fluya?" Las cosas se hacían a mi modo o no se hacían, el puto destino podía comerme el coño mientras tanto.
Ya en este punto, no comprendía el porqué de mis motivaciones, lo que sí tenía claro es que pensar en ese chico evitó que me comiera la cabeza toda la noche.
Había ideado más de cincuenta situaciones en las que terminábamos en mi cama y, aunque solo fuese yo quien lo creyera, teníamos un vínculo. Uno lo suficientemente conveniente como para impedir que Rafael, Gonzalo y Sylvia se apropiasen de mi cerebro.
Cuando el autobús hizo su quinta parada, noté cómo el chico ocupaba uno de los asientos de la primera fila.
No había nadie a su lado, de manera que, lo único que debía hacer era sentarme junto a él y hablarle. Dos pasos, sin más.
"Es fácil" me dije para alentarme. Estaba determinada a hacerlo, sin embargo, NO ERA FÁCIL.
Al final decidí improvisar sobre la marcha.
—Hola.
El chico miró hacia todos lados buscando una razón que justificara mi presencia. Probablemente creyendo que no había más asientos vacíos, no obstante, el autobús iba a la mitad de su capacidad.
Cuando por fin comprendió que estaba allí por él, tomó una posición rígida e incómoda.
—Soy Lula —inicié y esperé que él también se presentara.
—Theo —habló con las mejillas enardecidas.
De modo que Theo. Sonó agradable tras repetirlo en mi cabeza.
Y allí estaba de nuevo, la sonrisa tonta en mi cara. Era la primera vez que veía sus ojos y recuerdo haber pensado que no podían ser más lindos, a pesar de que había visto ojos verdes hasta el aburrimiento.
Dejé de mirarlo tan fijamente, pues lo último que quería era zamparme una trufa blanca como si se tratase de cualquier hongo. Me tomaría mi tiempo para degustar, aunque antes tendría que comprobar si la trufa estaba dispuesta a dejarse comer.
—Theo, ¿te molesta que te hable? —pregunté y anticipando que no comprendería, aclaré: —Estoy a años luz de ser una acosadora, por eso quiero estar segura de no molestarte.
—Yo tampoco soy un acosador ni nada —se precipitó a decir.
Al instante, estaba riendo sin poder creer las ideas que se había hecho en un segundo. No pensé que se lo tomaría como una acusación.
—Perdona, me explico del asco, —tomé la responsabilidad de su confusión— quise decir que me gustaría hablar contigo, pero sin que eso sea razón para que te cambies de vecindario.
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Tres es la medida
Teen Fiction¿¡Ella sale con dos chicos a la vez!? Puede que sí, pero su historia no va de infidelidades sino de descubrimiento. De experimentar con el corazón, y de ir más allá de las relaciones normativas. Lula ha terminado con su novio de toda la vida, el pr...