1: Mírame, mírame 💄

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Suspiré con el móvil aun pegado a mi oreja y, leí la carta de aviso que sostenía en mi mano: —Apreciada señora, en relación al contrato de arrendamiento de fecha doce de Febrero del dos mil catorce que tiene suscrito con esta parte, relativo al ar...

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Suspiré con el móvil aun pegado a mi oreja y, leí la carta de aviso que sostenía en mi mano: —Apreciada señora, en relación al contrato de arrendamiento de fecha doce de Febrero del dos mil catorce que tiene suscrito con esta parte, relativo al arrendamiento del inmueble de mi propiedad...

—Vale, vale —me cortó la mujer al teléfono—. ¿Y cuánto hay que pagar?

—Tres mil seiscientos con intereses —le dije cansada—. Son tres meses de retraso.

Silenció un largo rato, no obstante, la llamada seguía en curso.

—No tengo tanto dinero y sé que ahora mismo tú tampoco —Lejos de ser comprensiva, pretendía hallar una solución lo antes posible—. Necesito que me envíes todo lo que puedas. Ya me apañaré con el resto.

—De acuerdo, ahora mismo te hago una transferencia —respondió con desgana.

Lo más triste era que ya no podía decepcionarme más.

—Escucha, Gonzalo es menor de edad, técnicamente sigue siendo tu responsabilidad, —anticipé una interrupción por lo que me apresuré a terminar: —pero si vas a desentenderte de nosotros, al menos ¿puedes decírmelo con tiempo? No voy a dejar a mi hermano, eso está claro, lo único que te pido es que me des un margen para buscarnos un piso más barato para los dos. Te recuerdo que soy camarera no tesorera del Banco Europeo.

Calló sumisa antes de pronunciar una disculpa.

—No me vale —le reproché lo más tranquila posible.

—Le dije a tu hermano que hablase contigo, he estado en una situación que...

—¡Es que no me vale! —interrumpí sus excusas—. Tiene quince años y no quiero que este sin comer, o que nos echen a la calle sin que tengamos a donde ir.

—Hablemos otro día que estés más calmada —colgó.

Suspiré con rendición y dejé de pensar, de otro modo habría terminado odiándome hasta el asco.

Suspiré con rendición y dejé de pensar, de otro modo habría terminado odiándome hasta el asco

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Al cabo de algunos minutos, fui a la habitación de mi hermano.

—Hablé con Sylvia —comencé. El temple calmado pareció vacilar con la mención de ese nombre.

Tres es la medidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora