10: De lo que anhelas 💄

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Acaricié la piel desnuda de sus hombros sabiendo que él respondería con alguno de esos ruiditos, tan obscenos como estimulantes

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Acaricié la piel desnuda de sus hombros sabiendo que él respondería con alguno de esos ruiditos, tan obscenos como estimulantes.

—Te quito el pantalón o te lo quitas solo —hablé un tono desafiante a la vez que me bajaba de sus brazos.

La excitación que estaba experimentando se reducía a sudor y humedad, moría por probar cada centímetro de él.

—No creo que pueda cumplir mi palabra —recuperó la voz. O parte de ella— Podría correrme solo con esto.

¿Cómo podía ser tan erótico?

Me abalancé sobre él cuando consiguió quitarse todo lo que le restaba. Ya no había pretensiones, nos estábamos presentando con todo lo que teníamos.

Theo era delgado, su cuerpo carecía de musculatura, sin embargo, era compensado por una estatura bastante considerable.

Mis ojos recorrieron su figura aniñada, delineando cada marca que le causé para, finalmente, detenerme en el objeto de mi deseo. Tragué saliva.

No iba a ser traicionada por la obviedad. Lo observé sin recelo, con descaro y afán en la mirada.

—Dime algo que te guste —le pedí empujándolo hacia atrás.

Jugaba a ser astuta. Antes de entregarme, tendría que sumar muchos méritos a su favor.

—Venga, —lo apuré cuando su cuerpo chocó contra la cama y, se vio obligado a sentarse por segunda vez— vamos a distraerte un poco. Nos ayudará.

—Tú —respondió y las comisuras de mis labios comenzaron a extenderse. Mi cuerpo ya no respondía a mi voluntad, toda yo era estímulos maniobrando.

—Vale, entonces dime algo que te guste de mí. —Acomodé ambas piernas a su alrededor.

Lo estaba provocando sin saber qué más hacer. Él tenía razón. A este paso no duraríamos mucho.

—No creo que eso ayude.

Mi pulso debió sentirse descontrolado. Sobre todo cuando hundió su cabeza para besar y masajear los alrededores de mis pechos. Los papeles se habían invertido, jadeaba y ansiaba por tenerlo dentro de mí, más aun cuando la succión terminó con la poca lucidez que tenía.

Me enderecé para fingir que aún estaba de una pieza, pero nada era más ajeno a la realidad. ¿Prueba de ello? Los arañazos que fui dejando a medida que satisfacía su apetito. Había tentado mis pezones hasta que no halló más remedio que chuparlos y hacerme delirar con la fricción de su lengua.

—Voy a ir en serio ahora. —Aferré mis piernas a su cadera y, su miembro saltó al probar la calidez de mi entrada.

Me miró suplicante de piedad, siendo ajeno a que estábamos en el mismo barco.

—No creo que pueda aguantar demasiado —Tenía una sonrisa de incredulidad en los labios cuando mordió mi labio inferior.

Esta vez, sin advertencias, guie su miembro hasta cubrirlo completamente con mis paredes vaginales. Theo ahogó un gemido en mi boca antes de empujarse con más fuerza.

Tres es la medidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora