La mañana ya era poco prometedora, dado que me enfrenté a Gonzalo
Su comportamiento había cambiado de la noche a la mañana, no obstante, era algo "normal" en los adolescentes. Lo que no era normal es que, saliese tan seguido y volviese a horas de la madrugada.
No puedes ser tan imbécil, lo acusé al límite de mi paciencia. Y luego de una retahíla de insultos como respuesta, sentí la imperiosa necesidad de abofetear su cara.
—¿Feliz ahora? —preguntó tocando el lugar que había golpeado—. Eres una...
—Vuelve a decirlo. ¡Venga, hazlo! —grité amenazante. Sylvia tenía razón, Gonzalo no escucharía de razones porque había sido demasiado blanda con él—. Eres un niñato estúpido si crees que la vida es así de fácil.
—Déjame en paz —terminó por volver a la calle.
Ahora estábamos a merced de que cualquiera de nuestros vecinos saliese a presenciar la discusión.
—Voy a dejar el puto instituto y voy a dejar esta puta casa —finalizó antes de perderse en la lejanía.
Pero eh...
Que todavía faltaba más para que mis ánimos hiciesen un hueco de treinta metros en el piso.
Y es que, después de cinco horas de clases —que no me llevarían a ninguna parte, vale aclarar—, tuve que ir al restaurante a lidiar con mi último gran obstáculo.
Era la prueba final para consagrarme como mártir.
—¿Y esa carita, Marín? —me molestó Carlo cuando dejé de forzar la sonrisa de empleada ejemplar.
Tengo que decirlo... El mundo daba asco pues, te exigía la mejor cara, aunque estuvieses hecho pedazos por dentro.
—Lárgate. —Caminé hasta una de las mesas para recoger los platos vacíos.
Era increíble como las desgracias de unos se convertían en la dicha de otros. Y para ser justa, aquel comportamiento sólo podía atribuírselo a personas hastiadas de sí mismas.
—Desde que terminaste con tu novio, parece que nada te sale bien —susurró en mi oído tras verme regresar con las bandejas.
Hasta parecía que su único propósito en la vida era joderme. Y para su suerte, ya otras personas se encargaban de eso.
—Espera —lo detuve del brazo. Algo se sentía incómodo.
Carlo se giró sobre sus talones con fastidio. La punzada en mi pecho me advertía que no había sido buena idea, no obstante, necesitaba arrancarme las esperanzas de cuajo.
—¿Cómo sabes que terminé con Rafael?
Él hizo una sonrisa de medio lado. Parecía disfrutar de cada segundo en que el silencio respondió a mis dudas.
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Tres es la medida
Teen Fiction¿¡Ella sale con dos chicos a la vez!? Puede que sí, pero su historia no va de infidelidades sino de descubrimiento. De experimentar con el corazón, y de ir más allá de las relaciones normativas. Lula ha terminado con su novio de toda la vida, el pr...