41: Pero, ¿qué exactamente? 🍀

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—Actualización 4/4

Capítulo corto, pero... NO WORDS

(No olvides leer las partes anteriores)

Al cabo de un rato,  me incorporé en la cama y cogí la caja de condones

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Al cabo de un rato,  me incorporé en la cama y cogí la caja de condones. ¿Por qué? Lo cierto es que no tengo una respuesta. Incluso leí las pequeñísimas letras del cartón.

—¿Rafa?

La miré de reojo. Ella también sentía la tensión.

—Quedan dieciocho —murmuré.

De inmediato, quise retirar mis palabras. No era lo que quería decir, y a pesar de ello, fingí que sí. Porque para qué hablar de las cosas. Nosotros éramos un dúo de idiotas.

—Son muchos para una sola noche.

Solté una carcajada y, sin preverlo, suspiré.

—Quiero que me beses —dijo entrelazando sus manos detrás de mi nuca—. Después dejaré que hagas lo que quieras.

Su propuesta logró que el cosquilleo volviera. Todo lo que deseaba estaba delante de mis ojos, así que, apoyé mis manos a cada lado de su cabeza, contemplándola. Toqué sus mejillas, y un segundo más tarde estaba comiéndole la boca (con lengua incluida).

—Voy a ir por detrás.

Lula tragó saliva, humedeció sus labios, y desvió la vista antes de soltar una risita nerviosa.

—¿Te das la vuelta, o prefieres que lo haga así?

No sé si por reflejo, o porque de verdad prefería esa posición, pero me encantó ver cómo se giraba. Estaba más que dispuesta a complacerme, y eso era adorable.

—¿Tienes lubricante?

—Está en el primer cajón. —La chica estiró la mano y fue sacando varios objetos. Una crema solar, no. Un estuche de gafas, no. Una caja de pañuelos, no. Agh. Tenía que limpiar ese cajón.

—¿Lista?

Lula levantó el trasero y me lo ofreció con generosidad. Me reí por inercia. Después apreté sus glúteos y le di un buen mordisco. Ella no se movió, aunque sí soltó un leve quejido.

Ahora bien, hallé el lubricante en el segundo cajón de la mesita. Eso me dio un poco de ansiedad, ¿qué otras cosas estaban fuera de su sitio? Sacudí la cabeza. No era el momento para actuar como un loco, de modo que, cogí el bote y lo vertí sobre mis dedos. Ella cerró los párpados quizás creyendo que la embestiría de una vez por todas.

—Confía en mí.

Enterré mis dedos dentro de su coño, y con la misma diligencia volví a sacarlos. Entonces, acerqué la punta a su ano. Ella soltó un gemido de anticipación, pero (de nuevo) no se la encajé. Deslicé mi polla por la rajita de sus nalgas y comencé a masturbarme. La fricción sabía a gloria. Rápido, lento, rápido... Seguí haciéndolo hasta que el roce dejó de ser suficiente.

Tres es la medidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora