Capítulo 10

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CAPÍTULO 10

Lo primero que hice cuando entré a casa luego de llegar de la escuela, fue fruncir el ceño. Un par de maletas descansaban junto a la pared mientras que alboroto de Elyssa y papá se escuchaba desde la sala. Dejé caer mi mochila al suelo y me adentré, realmente curiosa por saber lo que estaba sucediendo. ¿Otra vez papá tendría que salir de la ciudad? Él ha estado viajando muy seguido a Nebraska por asuntos laborales y no me extrañaría que se fuera una vez más.

—¿Qué está sucediendo aquí?

Elyssa pegó un brinco al oír mi voz. Miré a través del gran ventanal, viendo a Jack jugando con Káiser, su pastor inglés, un enorme perro con gran cantidad de pelaje que es bastante amigable, a decir verdad.

—Hasta que al fin llegas. —dijo Elyssa, sonriendo.

—¿Qué significan esas maletas? —crucé mis brazos sobre el pecho y busqué a Paul con la mirada— ¿Papá se irá otra vez a Nebraska?

—Sí. —alcé la cabeza encontrándome con papá apoyado en la baranda de la segunda planta— Pero está vez, Elyssa irá conmigo.

Miré a Elyssa y alcé las cejas —¿Es verdad?

—Sí —sonrió de forma nerviosa y se acercó a mí, pasando un mechón de su oscuro cabello detrás de la oreja—. Espero que no te moleste cuidar a Jack un par de días.

—¿Cuánto tiempo estarán fuera?

—Dos días.

Papá bajó la escalera cargando su maletín y se detuvo a mi lado, abrazándome por los hombros— ¿puedes cuidar a tú hermanito por dos días, Holly?

—Supongo. —le dije, conteniendo las ganas que tengo de gritar de la alegría. Apreté los labios para que una sonrisa idiota no se extendiera en mi rostro, revelando mis reales intenciones— ¿Cuándo se irán?

—Nuestro vuelo sale en tres horas.

Esta vez, me fue imposible no sonreír.

—Bueno, pues, es un lío en el aeropuerto así que, es mejor que ustedes vayan ya de una vez.

Elyssa me sonrió agradecida y fue hasta el patio trasero para despedirse de Jack. Papá me dio las últimas indicaciones como que no dejara entrar a nadie a la casa y que cuidara bien de mi hermanito, que tenía que ir a buscarlo a la escuela en los horarios establecidos y que no saliera si él se quedaba en la casa.

Acompañé a papá y a mi madrastra hasta la puerta y rodé los ojos con diversión cuando él me volvió a recomendar que no dejara entrar a la casa a ningún extraño. Quizás, él no estaba diciendo nombres, pero yo sabía muy bien a quién se refería con extraños. Él, disimuladamente, me estaba diciendo que no quería que dejara entrar a Sebastian a la casa mientras estuviera sola.

—Tranquilo, papá. No dejaré que nadie más entre a la casa. Lo prometo.

Él me lanzó una sonrisa y antes de subirse al auto dijo: —Confío en ti, Holly.

Esperé a que el taxi desapareciera por completo y cerré la puerta, entrando, corriendo y sin detenerme hasta llegar a mi habitación. Saqué el teléfono del bolsillo de mi pantalón y me lancé sobre la cama para llamar a Sebastian por teléfono.

Sin embargo, la emoción abandonó mi cuerpo cuando él no contestó la primera vez que lo llamé. Lancé la cabeza contra la almohada y cincuenta y nueve minutos después -lo sé porque los conté- mi teléfono sonó. Una extensa sonrisa se formó en mi rostro al ver que se trataba de Sebastian.

—¿Holly?

Cada vez que escuchaba la voz de Sebastian, un sinfín de sentimientos se desplazaba por mi cuerpo y ésta no era la excepción. Oírlo hablar por teléfono me hacía sentir que estaba junto a mí. Yo sólo tenía que cerrar los ojos y su rostro aparecía entre mis recuerdos, sonriendo de aquella manera tan dulce, siendo tan amable y atento como lo era siempre conmigo. No importa toda la tinta que pintaba su piel ni los cortes de cabello tan locos que se hacía, él era mucho más que su apariencia.

—Hola, Seb. —lo saludé, dejando descansar mi rostro en la almohada— ¿Cómo estás?

—bien, gracias. ¿Ha pasado algo? ¿Te encuentras bien?

Reí —Estoy perfectamente bien. ¿Qué estás haciendo?

De fondo, podía escuchar las voces de muchos hombres. Supongo que él estaba en las clases en este preciso instante.

—¿Estás en clases?

—No. —me respondió luego de dudar un par de segundos— Los chicos necesitan mi ayuda con algo y he venido con ellos. ¿Por qué?

Muy bien, Holly, tú puedes hacerlo. Tú puedes decírselo.

—Papá y Elyssa han salido de la ciudad y... —mordisqueé mi labio y cerré los ojos con fuerza— y yo me estaba preguntando si te gustaría venir a casa. Ya sabes, para que estemos un rato juntos.

Él se quedó en silencio por unos segundos que más bien se sintieron como interminables horas para mí. Quise golpearme, él pensaría que estoy tan desesperada por verlo que aprovechaba la primera oportunidad para llamarlo y pedirle que viniera. Dios, soy tan patética.

Luego de un rato, él suspiró y obligué a mi mente a pensar que estaba sonriendo.

—Uh... estoy un poco ocupado en este momento, Holly, y no creo que me desocupe en un rato.

Hice una mueca con mis labios y me acomodé de espaldas en la cama, fijando la mirada en el techo de mi habitación.

Ya era bastante tarde y pronto oscurecería; si él se demoraba mucho, posiblemente estaría libre en medio de la noche y yo ya estaría durmiendo.

—Está bien —respondí sin ganas—, no importa.

—¿Holly?

—¿Mhm?

—Para cuando me desocupe, ¿la invitación seguirá en pie?

—Claro. —y sonreí, aunque él no pudiera verme— si llegas muy tarde presiona 1576 en la puerta principal e ingresas. Posiblemente yo estaré durmiendo.

—Nos vemos en un par de horas entonces, Holly.

Y después de eso, él cortó.

El resto de la tarde, me la pasé ayudando a Jackson a hacer sus deberes, ordenamos sus cuadernos para las clases del día siguiente y preparamos la cena para dos mientras veíamos unos viejos episodios de los Simpson en un canal de cable.

Mercy vino a verme junto a Francis y ambos (él y yo) escuchamos atentamente el latoso monólogo que ella decía sobre su increíble relación con Harry. Mientras Francis rodaba los ojos sin ser descubierto, yo lanzaba rápidas miradas hasta mi móvil, impaciente porque Sebastian llegara. Sin embargo, las horas pasaron y los chicos se fueron casi a las diez de la noche y él nunca llegó.

A las once con treinta, apagué el televisor y revisé todas las puertas y ventanas; a lo lejos podía ver la pequeña caseta del guardia de seguridad que había contratado papá hace un tiempo atrás.

Subí con pasos lentos la escalera y verifiqué si Jack estaba dormido. Fui hasta mi habitación y lancé mi cuerpo sobre la cama, mi vista pegándose al techo, totalmente desilusionada. Por un momento pensé que Sebastian llegaría en el transcurso de la tarde, pero a esta hora, dudo mucho que él venga ahora, casi a la media noche.

Obsession | Sebastian StanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora