Capítulo 29

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CAPÍTULO 29

Después de lo que ocurrió con Sebastian, Holly envuelta en un ataque de pánico salió del baño y le pidió a Elyssa que volvieran a casa. La mujer le hizo algunas preguntas pero después de compartir una mirada con su hijastra, decidió no seguir insistiendo en querer saber qué había ocurrido porque su hijo pequeño estaba presente y no quería que se enterara de lo que estaba sucediendo. Abandonaron el centro comercial en un silencio tan tenso que llegaba a ser incómodo. Jackson movía los pies en el asiento trasero del auto, tarareando una canción simulando estar distraído pero toda su atención estaba puesta en su hermana y en el esfuerzo descomunal que hacía por no romper a llorar. La vio un par de veces limpiarse el rostro con las manos temblorosas y a su madre dándole pequeños apretones en la rodilla, transmitiéndole aunque sea un poco de confort pero no había nada que pudiera tranquilizar a Holly en ese momento y Jack sentía pena por su hermana. Había pasado de ser alguien sumamente feliz junto a un chico a una persona que tenía un tremendo miedo del chico del cual se había enamorado.

El miedo que sentía Holly le calaba los huesos de una manera dolorosa. Las palabras que Sebastian le había dicho en el baño de mujeres del centro comercial se habían enterrado en su corazón como puñales y un enfermizo terror le hacía crear horrendos escenarios en su cabeza, pensando en qué podía llegar a ser capaz de hacer él por conseguir lo que quería. Ella se había dado cuenta que su novio la estaba engañando con su mejor amiga pero ese secreto fue el primero que salió a la luz, haciendo que el resto se fuera revelando en una especie de efecto dominó; uno tras otro, los secretos oscuros que guardaba Sebastian iban apareciendo frente a sus ojos haciendo que ella se diera cuenta que el perfecto chico del cual se enamoró nunca existió.

Su padre siempre se lo había dicho pero ella nunca quiso escucharlo. No quiso tomar en cuenta las advertencias de Paul porque creyó que sólo se trataba de los típicos celos de un padre sobreprotector. Ella pensaba que Paul Grant solo se estaba dejando llevar por las apariencias y por esa misma razón no quería que un chico como Sebastian se le acercara. Qué estúpida había sido.

Cuando Elyssa estacionó el coche en el porche de la casa, Holly fue la primera en bajar. Estacionado a un lado estaba un coche que ella conocía como el coche de uno de los compañeros de su padre y rodó los ojos pensando en que su papá había traído un poco de trabajo a casa como usualmente lo hacía.

Marcó la clave numérica y cuando la cerradura se desactivó, ella ingresó raudamente, queriendo llegar pronto a su cuarto y darse una ducha. Se sentía sucia.

—¿Holly?

La chica se detuvo en medio del pasillo y miró hacia el lado. Paul estaba sentado en el sofá con el portátil sobre sus piernas y el teléfono descansando en la mesa de centro. Se colocó de pie de inmediato, alarmado al ver la mueca afligida que se reflejaba en el rostro de su pequeña hija.

—¿Qué pasó, nena? —habló con cautela. Dejó el computador sobre la mesa y se acercó a la chica que temblaba de pie con los ojos inundados en lágrimas— ¿Qué es lo que pasó, Holly?

Elyssa ingresó en ese momento a la casa junto a Jack y al darse cuenta de la seriedad que rondaba en el ambiente, en un susurro le pidió a Jackson que fuera a su habitación y no saliera de allí hasta que ella lo llamara. El niño asintió. Sacó el silbado del bolsillo, lo hizo sonar y cuando Káiser apareció a su lado, corrió escaleras arriba siendo seguido por su perro.

Paul abrazó a su hija por los hombros y la guio hasta el sofá y la hizo tomar asiento. Él se sentó en la mesa de centro, sujetando las temblorosas manos de Holly.

No hacía mucho tiempo que él había regresado de la casa de Sebastian. Había destrozado todo lo que había podido y al volver, decidió investigar un poco más acerca del pasado de aquél chico encontrándose con las mismas cosas que ya sabía. Esa información se la sabía de memoria pero era suficiente para saber que Sebastian era un peligro tanto para su hija como para toda su familia.

—Holly...

La muchacha cerró los ojos, inhaló profundamente y le contó todo lo que había ocurrido en el centro comercial con el corazón convertido en un puño. Había tanto dolor en su pecho que apenas la dejaba respirar. Le dijo exactamente las mismas palabras le había dicho Sebastian y miró a su padre, pidiéndole protección y confort.

Paul abrazó a su hija con fuerza y le besó el inicio de la cabeza repetidas veces mientras le susurraba una y otra vez que él no iba a dejar que nada malo le sucediera.

Estuvieron así unos largos minutos, abrazados, sin decir una palabra pero el silencio era comunicación suficiente para ambos. El señor Grant se apartó de Holly y le besó la frente. Con cuidado y suma delicadeza, deslizó los dedos por sus mejillas, esparciendo la humedad por ellas.

—Nada malo va a pasarte, Holly —le prometió en voz baja. Ella asintió—. Yo no voy a dejar que nada malo te pase.

Ella volvió a asentir —Sí, papá...

—Ahora ve a tomar un baño, ¿sí? Yo haré un par de llamadas. Le diré a Elyssa que te lleve una taza de té. —se acercó y le dio nuevamente un beso en la frente— Estás en casa, cielo. Estás a salvo aquí.

Holly le regaló una pequeña e insegura sonrisa a su padre. Le agradeció en voz baja y se colocó de pie, caminando de inmediato hasta la escalera. Subió en completo silencio, sintiendo la mirada de su padre en su espalda. Llegó a su habitación y cuando cerró la puerta, dejó que el suspiro que le apretaba el pecho escapara, cerrando los ojos para liberar la tristeza que la sobrepasaba. Y ahí, se prometió no volver a llorar por Sebastian otra vez.

°°°

Holly apartó la mirada del espejo, encontrándose con Elyssa que estaba en el umbral de la puerta sosteniendo una taza de té. Le regaló una pequeña sonrisa a su hijastra quien dejó el cepillo sobre el tocador y se sentó de lado, en la silla.

—Gracias. —murmuró Holly, recibiendo la taza. La rodeó con ambas manos y dio un pequeño sorbo, mirando a Elyssa que estaba apoyándose en el mostrador, junto a ella.

La mujer se frotó las manos en los muslos y respiró profundo.

—¿Puedo hablar un momento contigo?

Holly sonrió levemente —Claro.

—Me siento muy culpable, ¿sabes? —dijo, ganándose un ceño fruncido por parte de Holly— Debí haber previsto todo esto, igual que Paul. Lo siento mucho, Holly.

—No fue culpa tuya, Elyssa. —le regaló una pequeña sonrisa la cual Elyssa respondió— Pero gracias de todas maneras.

Ambas guardaron silencio por unos segundos. Hasta que la mujer lo rompió.

—Tu padre está hablando con Charles. —informó, apartándose del tocador— Está haciendo todo lo posible para que ese chico no se vuelva a acercar a ti.

Holly apretó los labios y asintió, viendo como Elyssa después de regalarle una última sonrisa abandonaba su habitación.

La mujer bajó a la primera planta, escuchando la voz de su esposo resonar en toda la sala, levemente alterado por la conversación que estaba compartiendo con su compañero de trabajo y con su abogado de confianza. Compartió unos monosílabos finales antes de cortar y soltar un suspiro de resignación.

Elyssa se acercó a él y lo abrazó, apoyando la mejilla en la tensa espalda de Paul.

—¿Qué fue lo que pasó? —preguntó, masajeando los hombros de su esposo.

—Charles no puede hacer nada —escupió y se apretó el puente de la nariz—. No hasta que el chico haga algo realmente grave. Lo único que Charles me aconseja es poner una ley de alejamiento para que Sebastian no se acerque a Holly pero, ¿el resto qué? Él tiene una pandilla de amigos delincuentes y yo no puedo mantener a mi propia hija encerrada aquí en la casa por miedo a que ese chico le haga algo.

Paul se giró, encontrándose con la mirada de su esposa. Elyssa pudo ver un leve reflejo de miedo en sus ojos.

—No quiero que le suceda nada a Holly —susurró él, con un creciente nudo en la garganta—. Se lo prometí a Susan y nunca me perdonaría si algo le sucediera.

Elyssa acarició la mejilla de Paul —Nada le va a pasar a Holly porque estoy segura que tú darías tu vida por defenderla.

—A ella y a toda mi familia. —sentenció el hombre, afirmando su frente con la frente de su mujer.

Obsession | Sebastian StanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora