Capítulo 30

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CAPÍULO 30

La noche había caído cuando el coche que iba siendo manejado por Harry se estacionaba a un par de metros de la casa de la familia Grant. Un silencio sepulcral rodeó el auto y los tres chicos que iban en el asiento del pasajero, eran testigos de la mirada envenenada que Harry le lanzaba a Sebastian. Chris carraspeó, pensando que así el silencio terminaría pero el sonido que produjo su garganta pareció crear ecos dentro del coche. Anthony frunció el ceño, preguntándose por qué seguían siendo amigos. Está bien, Harry en un pasado había hecho varios favores que Sebastian le había pedido. Le había salvado el culo un montón de veces pero ya, a su punto de vista, estaba todo pagado. En ese último tiempo, Harry se había metido en más problemas que de costumbre, había matado a un chico que le debía dinero con un palo de béisbol, había robado un par de almacenes del pueblo y Sebastian había estado ahí para cubrirle la espalda no precisamente porque quería hacerlo sino porque debía hacerlo. El odio que sentían el uno por el otro era casi tangible.

—¿Qué mierda estamos haciendo aquí? —gruñó Harry empuñando el volante. Su mirada verde destellaba veneno— ¿El hijo de puta que destrozó nuestra casa vive aquí, donde tu asquerosa novia?

Chris tembló en ese momento y quiso entremeterse más no lo hizo porque sabía que el único que saldría perjudicado era él. Se había entrometido muchas veces en las discusiones de sus dos amigos pero ya no lo haría más. No porque no quisiera hacerlo sino porque el asco que se sentían se les estaba escapando de las manos y faltaba muy poco para que se destruyeran, ambos.

Sebastian apretó la mandíbula y le sostuvo la mirada a Harry por unos largos minutos, sin decir ninguna palabra. Se le notaba firme. Decidido. Furioso.

—Sólo les voy a decir una sola cosa —habló fuerte y claro para que todos en el coche lo escucharan. Sin embargo, su mirada no se despegaba de Harry porque aquello, en su mayoría, iba dirigido a él—: no quiero que ninguno de ustedes, hijos de puta, le ponga un dedo encima a Holly. Ella no tiene nada que ver en esto y si a alguno de ustedes se le ocurre tocarle un pelo, no dudaré ni un maldito segundo en atravesar sus asquerosas cabezas con una bala.

Harry inspiró profundo y sus labios se curvaron en una sonrisa desafiante. Siempre había existido aquella rivalidad entre Sebastian y él.

Cuando se conocieron en la correccional, se llevaron bien porque ambos venían de familias disfuncionales. Formaron un pequeño grupo con los demás chicos y ambos peleaban inconscientemente por ser el líder de aquella pandilla. Se retaban en silencio, intentando hacer grandes hazañas para llevar la delantera hasta que esa pequeña rivalidad se convirtió en un odio tan profundo que Harry quería arruinar todo en la vida de Sebastian. Él conocía sus puntos débiles y sabía que su talón de Aquiles en ese momento era Holly. Debía destruirla para que Sebastian quedara hecho pedazos.

Harry lanzó una mirada hacia atrás, sin borrar la sonrisa de sus labios, y dijo:

—Ojo por ojo, chicos. Así como ese hijo de puta destruyó nuestra casa, nosotros destruiremos la suya.

Y se bajaron del coche.

°°°

Elyssa abrió una de las gavetas de la cocina y sacó los platos para cenar. Le lanzó una mirada a Jack, que se encontraba jugando con Káiser en la sala. La casa se encontraba tan tranquila en ese momento que le era inevitable no sentir un escalofrío en todo momento. Seguramente, ella pensó, todo eso se debía a lo que Paul le había contado.

Ordenó los platos sobre la mesa y cuando estaba por volver a la cocina a buscar los cubiertos, el timbre sonó haciéndola saltar. La mujer se llevó la mano al pecho y suspiró, masajeándose aquella zona, buscando un poco de tranquilidad a la cual aferrarse con todas sus fuerzas. Nada iba a pasarle; Paul estaba en su estudio hablando con la policía para que hicieran algo de inmediato, el guardia de la hectárea donde se encontraba ubicada su casa estaba en la pequeña oficina en la entrada y Jack y Holly estaban ahí, en casa. Mientras se mantuvieran juntos, nada podría pasarles.

Caminó por el pasillo y posó las manos para observar por la mirilla. Su ceño se frunció un poco al ver a Mercy convertida en un mar de lágrimas, abrazando su propio cuerpo mientras miraba de un lugar a otro, asustada.

Elyssa presionó los números de la clave en el panel y abrió la puerta, extrañada.

—¿Qué sucede, Mercy? —le preguntó en voz baja, mientras la invitaba a pasar. Cerró la puerta luego de eso y volvió a activar la alarma.

La pelirroja se pasó las mangas del suéter que llevaba por las mejillas. Hacía mucho tiempo que no hablaba con Holly y se sentía muy sola. Más ahora de lo que se había enterado. Necesitaba hablar con su mejor amiga, aunque la chica ya no la considerada como tal.

Holly, que había oído el timbre, se asomó a la escalera y su mirada hizo contacto con la de Mercy. Algo apretó su pecho en ese momento.

—Francis... está muerto —dijo con la voz en un hilo. Todos en la casa se quedaron en completo silencio, inertes por la reciente noticia—. Encontraron su mochila en la carretera, a dos kilómetros de aquí. Su cuerpo estaba en el bosque y... Mataron a Francis, Holly.

Elyssa, en voz baja, le dijo a Jack que fuera a lavarse las manos para que no escuchara la conversación. Jack obedeció sin chistar, sintiéndose asustado por el ambiente tan pesado en la sala e intrigado por la manera en que la amiga de su hermana había llegado a su casa.

Holly se llevó la mano a la boca, sintiendo como sus ojos se iban cristalizando. Eso era imposible. Había hablado con Francis.

Con cuidado, bajó la escalera y se detuvo un par de pasos lejos de Mercy.

—¿Cuándo...? —habló con la voz rota.

—La policía no está segura, pero dicen que su cuerpo llevaba varios días ahí.

—Eso es imposible —negó la chica de ojos grises—. Yo estuve hablando con Francis después de que él se fue de aquí.

Mercy pasó las manos por su cabello y suspiró —Francis nunca llegó a su casa, Holly. Su madre intentó llamarte, pero no pudo ponerse en contacto contigo.

Un sentimiento de culpa cayó sobre los hombros de Holly. La madre de Francis no había podido contactarse con ella porque desde el momento en que Sebastian había comenzado a acosarla, ella mantenía apagado el teléfono y sólo lo encendía cuando era estrictamente necesario.

Dejando de lado la traición de Mercy, Holly se acercó y la apretó en un fuerte abrazo. La había extrañado mucho y aunque seguía herida por lo que había hecho, se sentía horriblemente mal por la noticia de Francis. Apretó los ojos con fuerza y acarició la larga cabellera roja de la chica. Abrió los ojos, encontrándose con los ojos grises de su padre que había escuchado todo desde el pasillo.

Paul no tenía pruebas, pero estaba casi seguro que Sebastian había tenido algo que ver en todo eso.

Todos estaban tan anonadados por la noticia que ninguno se percató que el perro salió por la puerta abatible que daba hacia el patio. Entre los arbustos, una sombra se movió y un silbido tenue únicamente audible para la mascota se escuchó.

—Káiser, ven aquí, amigo... —silbó.

El canino, al reconocer la voz de Sebastian, no dudó ni un segundo en correr para acercarse.

Obsession | Sebastian StanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora