Capítulo 27

152 13 0
                                    

CAPÍTULO 27

—¡¿Estás lista, Holly?!

Alcé la cabeza de forma rápida y sentí un nervio en mi cuello contraerse, causándome un poco de dolor. Dejé la computadora al lado para terminar de vestirme. No quería que Elyssa viniera hasta mi habitación y me viera a medio vestir.

Ella, Jack y yo iríamos al centro comercial y hacía media hora que tendríamos que haber salido pero yo y mi maldita costumbre de vestirme con lentitud han retrasado nuestra salida.

Deslicé la falda que había sacado de mi armario por mis piernas y acomodé la parte inferior de mi blusa dentro antes de subir el zipper y abrochar el botón. Me coloqué los zapatos y corrí hasta el baño para cepillarme los dientes rápidamente y rizar mis pestañas.

—¡Ya casi! —grité de vuelta cuando comenzaba a oír sus pasos por el pasillo, acercándose a mi cuarto.

—Apresúrate, ¿quieres? Jack y yo estamos listos. Sólo faltas tú.

—En un segundo bajo, Elyssa.

Apliqué un poco de perfume en mi cuello y me miré en el espejo otra vez, convenciéndome de que no podía hacer nada más por mi cabello que llevarlo atado en un rodete alto. Me coloqué los aretes que papá me había regalado y salí de mi habitación abrochándolos.

—¡Estoy lista! —alcé un poco la voz al llegar frente a mi madrastra y mi pequeño hermano— Ya podemos irnos.

—Gracias al cielo.

Jack y yo reímos por lo que dijo Elyssa. El pequeño tomó mi mano y seguimos a la mujer fuera de la casa. Jackson subió a la parte trasera del coche mientras que yo me subí en el asiento del copiloto. Elyssa se nos unió segundos después y luego de abrocharse el cinturón de seguridad, encendió el motor y salimos camino al centro comercial.

El viaje hasta allá fue tranquilo. Jack parloteó sobre sus aventuras privadas con Káiser y yo sólo me entretuve todo el camino revisando mis redes sociales en mi teléfono sin prestar la real atención a lo que mi hermano menor estaba diciendo. Al llegar, Elyssa estacionó el coche en uno de los pocos lugares libre que quedaban y nos sumergimos de inmediato en el mar de personas que recorrían a esa hora de la tarde el centro comercial.

Nos demoramos alrededor de dos horas en hacer todas las compras. Cada uno de nosotros llevaba sus propias bolsas mientras nos decidíamos qué íbamos a comer. Se había creado una pequeña disputa porque Jack quería ir a un Mc Donalds y nosotras queríamos ir por un café así que, Elyssa fue a comprarle una cajita feliz a su hijo mientras que Jack y yo la esperábamos. Luego, fuimos a una cafetería del mismo centro comercial y nos sentamos en una de las mesas que estaban al aire libre.

—¿Qué vas a pedir? —me preguntó Elyssa, revisando la carta que nos entregó una de las camareras— Yo estoy entre la tarta de manzana o el pastel de chocolate. ¿Cuál elegirás tú?

La miré con una ceja alzada —No hagas preguntas si ya sabes la respuesta, Elyssa.

Ella rió y cerró la carta dejándola sobre la mesa. Un par de minutos después, la mesera que nos había atendido desde un principio apareció nuevamente y tomó nuestras órdenes. Elyssa pidió dos trozos de pastel de chocolate y un té helado para mí y un café cortado para ella.

Mientras que mi madrastra esperaba por nuestras órdenes, me paré de mi asiento y ordené mis bolsas.

—Iré al baño. Vuelvo en un minuto.

Elyssa asintió, ayudando a Jack a abrir los juguetes que venían en su caja feliz.

Recorrí el largo pasillo que me conectaba con los sanitarios e ingresé al de mujeres, sonriéndole a una mujer mayor que venía saliendo. Ingresé a un cubículo e hice mis necesidades correspondientes. Tiré la cadena cuando estaba a punto de terminar. Abrí la puerta y al dar un paso fuera, mi cuerpo fue empujado hacia atrás con fuerza, haciendo que mi espalda golpeara con la pared.

Mis ojos, abiertos como dos grandes platos, se fijaron en la persona que estaba frente a mí.

—Al fin puedo verte... —susurró Sebastian, tomando mi rostro con sus manos. Estaba tan atónita por su abrupta aparición que las palabras habían quedado atascadas en mi garganta— ¿Cómo estás?

—Qué... ¿qué estás haciendo aquí? —tartamudeé.

—Quiero hablar contigo, Holly. Necesito hablar contigo.

Aparté sus manos de mi rostro e intenté salir del cubículo pero él me empujó contra la pared suavemente otra vez. Abrí la boca para gritar pero su mano tatuada la cubrió, nuestros cuerpos casi adheridos por su cercanía.

—Guarda silencio. —exigió. Su voz había sonado dura por primera vez. Me miró fijo a los ojos, como si estuviera tratando de buscar algún indicio de lo que había entre nosotros, en ellos— No quiero hacerte daño, Holly. Todo lo que tu padre te ha dicho de mí es mentira. Tienes que creerme. Tienes que hacerme caso, Holly. A mí. A mi verdadero yo. Y para eso, tienes que usar lo que realmente me conoce...

Su mano libre se deslizó por mi cintura hacia abajo, cerré los ojos, sintiendo como las lágrimas mojaban mis mejillas y desaparecían en sus largos dedos.

—No es esto... —dijo, refiriéndose a mi cabeza—. Tampoco es lo que oigas ni lo que veas. Es esto... —introdujo su mano bajo mi falda, presionando sus dedos contra mi feminidad. Lloré contra su mano, rogándole a alguna persona a que ingresara y pudiera ayudarme— Esto sí me conoce, Holly, y tú lo sabes.

Mis manos viajaron hasta su pecho, intentando separarlo de mí pero estaba tan entumecida por el miedo que apenas podía reunir fuerzas para apartarlo de mí. Su mano presionó una vez más sobre mi braga y subió lentamente, recorriendo mi cuerpo de forma morbosa. Me sentí sucia, asqueada por su toque.

¿Cómo fue posible que pude enamorarme de un monstruo como él? De lo que sí estoy completamente segura, es que Sebastian es un perfecto mentiroso. Él no sabía que yo era una ilusa chiquilla de dieciséis años pero, cuando se dio cuenta, le sacó total provecho de la situación. Me puso en contra de mi padre, haciéndome creer que Paul quería separarnos y yo le creí. Fui tan estúpida que le creí todo el tiempo. Sin embargo, en mi defensa, puedo decir que le creí porque estaba enamorada. Llega un punto en el cual el amor te ciega. Porque yo confiaba en Sebastian a ojos cerrados. Yo creí que él era sincero conmigo en todos los aspectos. Nunca me imaginé que estaba distorsionando mi mente, colocándome en contra de las personas que lo único que hacían era mostrarme la verdad.

—Nos amamos, Holly... —él volvió a hablar. Intenté empujarlo pero él aplastó mi cuerpo con el suyo. Su boca se acercó a mi oreja y el cabello de mi nuca se erizó al sentir su respiración—. Tú me amas. No dejes que ellos te convenzan de lo contrario, ¿sí? Yo lo sé, tú lo sabes. Tu papito lo sabe también. Todo el mundo lo sabe, Holly. Por eso quieren separarnos. Tienen celos de nosotros porque... porque tú y yo tenemos algo especial. Tenemos algo que todos quieren pero que nos pertenece. No podemos dejar que nos lo quiten. Es nuestro, Holly.

Él guardó silencio justo en el momento en que la puerta principal del baño era abierta. Sus ojos mieles me miraron. Enfermizos y fascinantes.

Retiró su mano de mi boca y estampó sus labios sobre los míos en un beso suave.

—Te amo, Holly. Te amo tanto... —dijo contra mi boca, su mano peinando mi cabello hacia atrás.

Retrocedió un paso. Luego otro y otro más y cuando estuvo a punto de salir del cubículo, abrí mi boca para gritar por ayuda. La mujer que había ingresado al baño me miró desde los lavados, horrorizada de ver a un chico saliendo de un baño y dejando a una chica en las condiciones en las que yo estaba.

—Ayúdeme...

Obsession | Sebastian StanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora