Obsession | Sebastian Stan

Capítulo 13

CAPÍTULO 13

Cuando salí de la ducha, envolví mi cabello en una toalla y mi cuerpo también. Deslicé mi mano por el espejo y miré la puerta a través del reflejo, sintiendo un retorcijón en el estómago, pensando en que Sebastian me estaría esperando al otro lado. Rápidamente, me lavé los dientes y apliqué un poco de crema hidratante en mi rostro.

Tomé varias respiraciones profundas y abrí la puerta, la comisura de mis labios alzándose por el nerviosismo.

Pero tan rápido como aquella sonrisa apareció, se fue.

Sebastian no estaba tendidos en la cama y no había rastro de él en mi habitación que delatara su escondite. Mis hombros cayeron y una mueca adornó mi boca, desilusionada. Tomé la nota que estaba sobre mi almohada, leyendo las cortas líneas que Sebastian había escrito.

Lamento no poder quedarme a desayunar contigo, pero me ha surgido un inconveniente.

Te debo un almuerzo.

Hoy iré por ti a la escuela.

Te quiere, Sebastian.

P.D.: Lo de anoche fue especial. No tengas duda de ello.

Mi corazón se derritió al leer sus palabras y tuve que cubrir mi boca para no soltar un chillido de la emoción. Él sí sabía cómo hacerme sentir especial y querida a la misma vez y me encantaba. Me encantaba que fuera así conmigo. Sebastian era atento, dulce y no se cohibía al momento de mostrar sus sentimientos. Era todo un caballero.

—¡Estoy listo, Holly!

Pegué un leve brinco al oír la voz de Jackson desde otro lado de la puerta.

—¡Pues ve a vestirte! —le ordené— ¡Estaré lista en un minuto!

—¡Bien! —él gritó otra vez e hizo el molesto silbato para llamar a su perro— ¡Káiser, ven aquí!

Me sequé rápidamente y coloqué ropa interior. Deslicé unos pantis oscuros por mis piernas y me acomodé el borde inferior de la camiseta dentro del elástico de la falda, calzando mis pies en el mismo instante con mis zapatos negros de pequeño tacón. Corrí hasta el baño para cepillarme el cabello y encrespé mis pestañas aplicándoles un poco de rímel al final.

Cuando volví a mi habitación y tomé mi mochila para salir, me di cuenta de que la sábana de mi cama (la que cubría el colchón) tenía una mancha de sangre. Mi rostro se encendió.

—Por Dios... —farfullé, quitando la sábana y creando un rollo con ella antes de lanzarla en el canasto de ropa sucia. Los recuerdos de la noche anterior me hicieron sentir un apretón en mi vientre bajo.

Salí de mi cuarto cuando oí las pisadas de Jackson. Me encontré con él en la escalera y rodé los ojos con simpatía cuando me di cuenta de que se había colocado la chaqueta al revés.

—Tú chaqueta está al revés —le dije y se la quite para colocársela correctamente—. ¿A qué hora terminan tus clases hoy?

—No sé, a las dos, creo.

—Bien —al llegar abajo, tomé las llaves de la casa y del antiguo coche de Elyssa—. Pasaré por ti a la escuela, ¿sí? Si me tardo un poco, tienes que esperarme junto a la entrada.

—Está bien.

Salimos de casa y yo aseguré la cerradura con la llave antes de activar la alarma desde el exterior. Jack corrió hasta el coche y se subió de un salto en el asiento del copiloto, dejando la mochila sobre sus piernas después de abrocharse el cinturón de seguridad. Me subí yo también y encendí el motor, conduciendo por el camino de piedra de nuestra entrada.