La multitud seguía en confusión, pero entonces un grito lleno de terror se escucho alertando a todos.
“¡¡PE… PERROS!!”.
Todos voltearon solo para quedarse rígidos del miedo, al estar tan concentrados en Alan no notaron como la jauría de unos enormes perros se acercaba apenas a unos cuantos metros de distancia.
Antes de que las personas comenzaran a correr o a ponerse en posición de batalla, los perros se detuvieron tranquilamente, para después, una pequeña ardilla saltara de la cabeza del líder dando lindos chillidos.
Todos quedaron atónitos, la pequeña ardilla los dejo tan confundidos por su repentina aparición que logro que todos olvidaran la hostilidad.
La confusión se volvió mayor cuando la linda ardilla corrió y trepo ágilmente hasta llegar al hombro del joven apuesto que había iniciado todo.
“Buena chica”, ignorando las miradas desconcertadas de todos, Derek comenzó a darle caricias a Daisy.
Entonces John se acerco sosteniendo una cuerda, y sin perder tiempo amarro todas las extremidades de Alan.
“Joven maestro, lo entregare ahora mismo”, hablo John como si estuviera haciendo trueque con una mercancía.
“Esta bien”, contesto Derek tranquilamente.
Tomando del cuello al rígido Alan, John lo aventó hacia la líder de los perros.
“Bien hemos cumplido nuestra parte, espero y dejen de bloquear las rutas de escape”, hablo John.
La líder de los perros fijo su mirada rojo sangre en Alan, todos los demás perros comenzaron a rodearlo dando gruñidos hostiles, solo esperando la orden de su líder para mutilar al humano frente a ellos.
Leila, desvió su mirada hacia Derek, ella ya sabía por Daisy que el podía entenderla.
“Bien, el trato esta completo, nosotros cumpliremos también nuestra parte”, soltó Leila en un ladrido más parecido a un gruñido áspero.
Uno de los perros tomo a Alan con su hocico, para después levantarlo y darse la vuelta, todos los perros también se giraron listos para irse, solo Leila seguía estática.
Los ojos de Leila se posaron en Daisy, ambas hicieron contacto visual.
“Cuida muy bien de tu humano, no lo dejes morir” dijo Leila con un sutil tono triste en sus palabras.
“Eso hare” soltó Daisy en un chillido sin vacilar.
Formando lo que parecía una sonrisa en su expresión, Leila dio un bufido pequeño, se giro y dio la orden de irse.
Justo cuando comenzaron a marcharse, Daisy soltó un chillido más fuerte, “¡Buena suerte!”.
Leila se detuvo, no se giro, pero contesto con un ladrido que a diferencia de antes, era como el de un perro normal, “Tu también”.
Y así, la jauría de perros desapareció rápidamente mientras llevaban consigo aun aturdido y asustado Alan.
Todas las personas presentes no hicieron nada por detener a los perros, pudieron notar que la hostilidad solo iba dirigida a Alan y a nadie más.
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Soy una Ardilla en el Apocalipsis
FantasyMairena, después de morir de una manera realmente tonta y vergonzosa, se da cuenta que el limbo para ir al cielo no es como ella pensaba, lo primero que aparece ante ella es... ¿esponjosidad? Esta es la historia de una chica que no solo tuvo la mala...