✔ 𝗔𝗡𝗢𝗧𝗛𝗘𝗥 𝗟𝗢𝗩𝗘 ━━━━ Stephen Strange

27. Es complicado

Stephen se quedó parado en donde la voz dijo para poder ver su recuerdo más preciado.
Por su mente pasaron varios escenarios, cuando se graduó con honores, la primera vez que entró a trabajar como neurocirujano ó hasta la vez que Palmer le regaló el reloj pero ninguna se presentó, en cambio, frente a los cuatro visitantes multiversles se formó la escena de cuando Stephen le regaló el collar con la piedra esmeralda a Gwen.

Sabía muy bien el porqué se había vuelto uno de sus recuerdos más preciados.

Porqué ese pequeño momento significó mucho para él, era como un nuevo inicio en el que podía encontrar la felicidad que narraban los cuentos de hadas además de que se sentía feliz de haber ayudado a la peliverde.

Una sonrisa se dibujó en su rostro pero se borró en cuestión de segundos al recordar lo que acababa de hablar con Gwen.

—No tenemos tiempo para esto— habló dispuesto a seguir caminando pero se detuvo al ver que América era la siguiente.

Su recuerdo era la última vez que estuvo con sus madre en su hogar, era una niña feliz pero al no poder controlar su poder con el simple susto de una abeja abrió un portal haciendo que se separaran y perdieran.

Stephen y Gwen la vieron con dolor, más la sokoviana ya que ella sabía muy bien ese dolor que sientes al perder a tus seres más preciados a temprana edad.

—Tienes razón, ya no hay que perder más tiempo— exclamó haciendo a un lado sus emociones y siguiendo el camino.

Gwen quería serle de ayuda pero se detuvo al ver que Stephen manejaba la situación bastante bien, darle apoyo moral a una niña huerfana no era sencillo pero Strange lo hizo ver lo más fácil del mundo.

—Nada mal— felicitó América.

—Gracias— sonrió alegre mientras continuaba caminando.

Rogers y Maximoff los siguieron en silencio unos cuantos pasos atrás hasta que James entró en la mente de América.

"Yo ya hice mi parte, te toca" la pelinegra volteó a verlo al mismo tiempo que le enseñaba la lengua para que dejara su mente en paz, James respondió con la misma acción como niños pequeños.

—Así que Gwen Maximoff ¿Eh?— exclamó al lado de Stephen —Digo no me sorprende.

—Sí.... ¿Y por qué no te sorprende?

—Por tu otro tú— respondió con simples sintiendo a James aún en su mente, seguramente por querer escuchar su platica con el hechicero.

—¿Quieres ser más especifica?— aunque lo ocultara estaba ansioso por saber la relación que tenian en otro universo.

América sonrió orgullosa al ver que había logrado su cometido —¿Sabes porqué James te detesta? Porqué en la mayoria de los universos en los que hemos estado ustedes tienen algo— Y por otra cosa pero no le correspondía a ella decirlo.

—¿Algo?

—Sí, solo algo, alguno de los dos termina arruinandolo.

—Obvio— Stephen rodó los ojos al confirmar su sospecha, intentar algo con la hechicera era como intentar detener la lluvia con las manos, aunque... Él ya había detenido un río.

—¿Alguno de los dos ya lo arruinó?— cuestionó América con curiosidad.

—No, o bueno, creo que aún no.

—¿Quieres ser más especifico?— imitó su pregunta en el mismo tono de voz.

—Es complicado.

—¿Mas complicado que escapar de una bruja por el multiverso?

—Sí, de hecho lo es.

Cruzaron la última avenida y llegaron al santuario de Nueva York, afuera había una gigantesca estatua de Strange por haber dado su vida peleando contra Thanos.

—Si el otro tú murió, ¿Quien proteger al santuario?— preguntó James asomándose detrás de la estatua.

Las puertas principales fueron abiertas dejando a ver a Mordo, el cual no tenía una buena relación amistosa con Stepehen ya que había intentado matarlo según sus palabras.

Había algo que los hacía desconfiar pero aún así aceptaron su invitación de entrar al santuario para brindarles su ayuda.

James y Gwen se esforzaban por entrar en la mente del hechicero supremo de ese universo pero no podían algo que llegaba a ser frustrante para ellos.
Los tres hechiceros hablaron sobre lo que estaba pasando y que debían proteger a América para impedir que su poder sea robado por la hermana de Gwen la cuál también mencionaron que era la bruja escarlata.

—Así que tiene el darkhold— inquirió mientras se inclinaba sobre su asiento para darles una taza de té a los cuatro visitantes.

—¿Conoces el darkhold?

—Oh si también hay un darkhold en este universo, lo guardo aquí en este santuario.

Gwen se removió en su asiento tratando de contener las ganas de buscarlo para usarlo y así detener a Wanda, se llevó la taza de té a sus labios para tratar de calmar sus pensamientos.

—No dejaremos que un arma tan peligrosa caiga en manos equivocadas— prosiguió Mordo observando a Gwen con el rabillo del ojo, notando sus dedos negros.

—Hacen bien— le dio la razón Stephen.

—Pero si su darkhold es igual al nuestro ella puede hacer cosas mucho peores que solo invocar monstruos que los vengan a perseguir.

—¿De que hablar?— cuestionó América.

—Hay un encantamiento escrito entre esas páginas corrosivo para el alma...— explicó ahora viendo a la hechicero directamente —Una profanación de la realidad misma, la deambulacion.

Gwen sabía perfectamente de que hablaba, un hechicero deambulante proyecta su conciencia directamente de su universo hacía otro para poseer el cuerpo de un ser alteno, podían ocultarlo como un marioneta y perseguir a sus enemigos.
No iba a mentir, una vez pensó en intentarlo para volver con Steve pero después de meditarlo un mes entero decidió dejarlo a un lado.

Le preguntaron sobre el libro de los Vishanti pero un mareo inexplicable llegó a ellos.

—Perdan Stephen, pero espero que tú muy en especial entiendas que no es Wanda Maximoff quien amenaza nuestra realidad, si no ustedes cuatro.

Gwen movió las manos tratando de contrarrestar los mareos pero sintió un punzada en su cabeza y en cuestión de segundos acabó en el suelo, después fue América seguida por James el cuál no se explicaba porqué le afectaba si su sistema era más resistente, su duda tuvo respuesta al ver el polvo de Vishanti en los restos de su té.

—Eres un hijo de perra— maldijo Stephen antes de caer al suelo inconsciente.