XIII | El beso.

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—¿Entonces tú y Santiago? —preguntó de nuevo el rubio delante de mí.

—Sí, me dijo que le gusto y yo también lo hice. —solté— El momento parecía irreal, como si fuera sacado de un libro.

—Me imagino. ¿Cómo te sentiste en ese momento?

—Muy nerviosa. —dije entre risas— Él se comportó como todo un caballero.

—¿Hablan de mí? —en ese momento vimos como la puerta se abrió. Era Santiago, traía una bolsa con comida, la podía oler desde la entrada.

—No eres el centro del universo. —contesté, Estarling solo se río.

—Pero, pronto lo seré. —al Santiago decir eso Estarling agrandó los ojos.

—Estás muy confiado, eh? —inquirió Estarling y se paró a saludar.

—Sí. —guiño un ojo.

—¿Qué comida trajiste? —me levanté rápidamente a mirar.

—Traje varios platos de papas fritas con carne de pollo frita, también picapollo de paso.  —contestó y comenzó a sacar rápidamente todo de la bolsa para repartirlo.

—Santiago. —en ese momento Estarling intervino— ¿Sabías que una de las comidas chatarra favorita del mundo de Ashely es el picapollo?

—A ver, ¿por qué se lo dijiste? —mi rostro empezó a enrojecerse.

—Hay mujeres que se les enamora por el estómago, tú eres una de ellas. —bromeó.

—Excelente dato. Lo tomaré en cuenta. —dijo Santiago y me miró con diversión.

Nos repartimos la comida y pusimos varios episodios de Friends, mientras los veíamos hablábamos un poco de los personajes y de lo divertido que algunos son.

Al terminar Estarling decidió irse, tenía que ir a hacer algunas diligencias del trabajo y yo quería ir a comprar algunas cosas para el apartamento.

—¿Quieres que te acompañe? —ofreció el pelinegro.

—Eh, seguro? Es que puedo tardar horas.

—No tengo nada que hacer ahora mismo así que podría acompañarte. —añadió— ¿Qué dices?

 —Está bien.

Cerré la casa y bajamos juntos hasta el estacionamiento, después nos montamos en su auto y fuimos primeramente a una librería que estaba cerca del súper.

—¿Qué hacemos aquí? —preguntó Santiago cuando nos desmontamos.

—Vengo a recoger un libro que encargué. —respondí entrando rápidamente al lugar.

—¡No vayas tan rápido! —se quejó amargamente— ¿Cómo se llama el libro?

—Todo lo que necesito existe ya en mí de Rupi Kaur.

—Buena elección, es una gran poeta de esta generación.

—Así es. —dije sorprendida por su respuesta— ¿A ti te gustan sus libros?

—Sí. Soy muy multifacético, ese libro exactamente me hizo ver desde otras perspectivas a las mujeres. Además de que siempre le he tenido cierto amor a la poesía.

—Con razón eres tan romántico. —bromeé mientras buscaba a la persona que me entregaría el libro— ¿Qué escritor o escritora te gusta, hablando de la poesía en este caso?

—Emely Dickinson, Federico Garcia Lorca, Willian Shakespare y Mario Bennedetti. Mis poemas favoritos de ellos los tengo en el cartel de mi habitación.

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