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El karma es una puta:

~*~

Continuó la carrera a pesar de haber recibido un ultimátum por parte de sus pulmones. «O paras ya o colapsamos, una de dos». Bastante disuasorio, la verdad, pero hizo caso omiso y aceleró la marcha, con un poco más de esfuerzo a lo mejor le daba esquinazo a aquel «Pero yo contigo no» y a su «Lo siento», o tal vez se desmayara por el esfuerzo y dejara de sentirse peor que en su puta vida. La pérdida de conciencia era una opción a la que no hacía ascos en el momento presente.

Darwin trotaba a su lado, con la lengua fuera y completamente centrado en la carrera; en su mente no había espacio para nada más, menuda suerte. No sabía cuánto tiempo llevaban corriendo, pero más de una hora con total seguridad. Aquello era mejor que llorar como una idiota en el sofá de su salón, como si de esa forma fuera a arreglar algo que ya no tenía arreglo. Si conseguía achacar aquel dolor interno al agotamiento por el esfuerzo físico sería más llevadero.

Hacía un frío de muerte, en serio, el invierno estaba a la vuelta de la esquina y había mandado un adelanto para que se fueran preparando, cuánta consideración por su parte. A pesar de la baja temperatura, ella estaba sudando en plan generoso, cada vez le costaba más controlar la respiración y estaba empezando a dolerle la garganta, suponía que en rebelión por verse obligada a tener que aspirar aquel aire helado. Cada vez que lo expulsaba, una nube de vaho desvaneciéndose en el ambiente le recordaba a cuando era pequeña, cuando llegó a Cleveland por primera vez, se asustaba al ver el vaho porque pensaba que se le estaba escapando el alma del cuerpo. Menudas escenas les montaba a sus padres. Un drama.

Enfiló su calle con intención de dar por finalizada la carrera, porque sus pulmones ya habían iniciado la cuenta atrás. Se daría una ducha caliente, se pondría el pijama y con un poco de suerte se dormiría de inmediato gracias al agotamiento físico. Cenar no entraba en sus planes: tenía el estómago cerrado. Es que Irene la había dejado y no le había dicho «me merezco más» así de claro, pero iba implícito en el discurso; y además era verdad. Su novia... no, su exnovia, no tenía por qué conformarse con una chica que babeaba por otra en sus ratos libres y por eso no lo había hecho. Bien por ti, Irene, y tú te aguantas, por gilipollas.

Disminuyó la velocidad en las inmediaciones de su casa y Darwin la imitó, jadeando, mientras ella se secaba los ojos con el dorso de la mano; entre una cosa y otra debía de estar al borde de la deshidratación más absoluta. Frunció el ceño al oír sus voces en el porche de su casa... pero ¿qué coño?

"¡Te repito que yo no la he visto salir!" era Rosé y parecía estresada.

"Te dije que no la perdieras de vista," escuchó refunfuñar a Jisoo.

"¡Solo he ido dos minutos al baño!" se defendió.

"Pañales para adultos, Rosé. Son una realidad," respondió.

Cuando llegó frente a su porche las encontró a las dos allí, cada una con la cara pegada a una ventana e intentando escudriñar el interior.

"¿Os puedo ayudar en algo?" preguntó con desgana subiendo los escalones mientras sacaba las llaves de la chaqueta.

No tenía ganas de ver a nadie, en aquellos momentos lo único que deseaba era poder dormir y olvidarse de todo durante un rato. No quería verse obligada a dar explicaciones de lo que había sucedido. Es que no estaba preparada aún para decir «Irene ha roto conmigo» en voz alta.

Destiny : Diario de Jennie Kim 《Jenlisa》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora