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She loves you:

~*~

No supo cómo, pero, de alguna manera, logró aguantar hasta los postres y estaba ayudando a recoger la mesa con Kuma pisándole los talones. La seguía incansable, del comedor a la cocina y vuelta al comedor, suponía que con la esperanza de que algún resto de comida cayera al suelo como por arte de magia. Su padre, Megan y Nathan adoraban a Darwin y siempre había sido un invitado más en las reuniones familiares, de modo que se los llevó a él y a Kuma a la cena de Navidad.

"Esto era lo último," anunció tendiéndole un par de copas a Megan, que se encargaba de llenar el lavavajillas.

"Espero que no se te ocurra regalarle una de esas asquerosas serpientes a Nathan. No me importa lo pesado que se ponga," le advirtió mirándola y ella sonrió.

"¿Una tarántula entonces?" probó suerte y la chica la miró con los ojos entrecerrados.

"Te los tendrías que llevar a los dos a vivir contigo," dijo poniendo en marcha el electrodoméstico. Se fijó en Kuma, que meneaba la cola alegremente, y se agachó para hacerle carantoñas. "Es una monada," exclamó cuando el cachorro le lamió la mano.

"Es de una amiga," dijo sentándose en una de las banquetas que rodeaban la isleta.

"¿Una amiga o una «amiga»?" le preguntó, alzando una ceja inquisitivamente mientras apoyaba los antebrazos en la superficie frente a ella. "¿Es la chica de tu foto de WhatsApp?"

Madre de Dios. Urgía el cambiarse la foto de perfil, pero ya.

"En esta familia sois muy aficionados a eso de mirar las fotos del WhatsApp de los demás," opinó mirándola abiertamente.

"Osea, que sí es ella," dio por sentado Megan sonriendo.

Muy a su pesar, tuvo que sonreír también, porque la novia de su padre tenía esa pasmosa habilidad. Cuando se la presentó por primera vez, Megan tenía veintinueve años y ella diecinueve, y pensó que aquella chica estaba buenísima: un cuerpo de infarto, una sonrisa preciosa, pelo castaño y profundos ojos marrones. Ella no dijo nada al respecto, claro, por respeto a su padre, y porque existía la posibilidad de que aquella mujer terminara convirtiéndose en su madrastra. Ocho años después, su relación era extraña e indefinible: tenía suficiente confianza con ella como para hablarle de casi cualquier cosa, pero debía andarse con ojo; no debía olvidar que compartía colchón con su padre y podía irse de la lengua en cualquier momento.

"Sí, es su perro. Se ha ido a pasar las Navidades a Corea del Sur y se lo estoy cuidando hasta que vuelva," informó sin entrar en más detalles.

"Y solo es una amiga," dijo Megan, pero el gesto de su cara y su tono lo dudaban de forma bastante descarada.

"Solo es una amiga," confirmó sosteniéndole la mirada. "Tiene novio," añadió para terminar de convencerla.

"Heterosexual. Te gustan los retos." Alzó las cejas.

"Es bisexual, pero lleva con él seis años. Una causa perdida."

"¿Causa perdida? No sabía que entrara en el vocabulario de los Manobal," bromeó, y ella sonrió de medio lado.

"¿Tú también vas a decirme eso de «Nada es para siempre»? No soy como mi padre. Sé lo que duele estar al otro lado," le recordó bajando la mirada a sus manos.

"Parece que lo tienes muy claro," dijo encogiéndose de hombros. "Aléjate entonces."

La miró de nuevo al escucharla. Alejarse, sí, era la opción más sensata, la más inteligente y lo que haría una buena persona que no quiere inmiscuirse en medio de una relación consolidada. Joder, y claro que debería, porque eso de alejarse sería la solución a todos sus problemas. A la mayoría de ellos, al menos.

Destiny : Diario de Jennie Kim 《Jenlisa》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora