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IF THAT'S WHAT IT TAKES:

~*~

Dos meses.

Enteros.

Sesenta y un putos días había tardado Arthur Kim en dar su brazo a torcer. Mil cuatrocientas sesenta y cuatro horas de meditación que, por fin, le habían llevado a reconocer ante sí mismo que quería a Jennie por encima de enfados estúpidos y orientaciones sexuales fuera de la «normalidad». Un larguísimo recorrido por el camino de la autorreflexión con final de trayecto en «a lo mejor estaba equivocado» y un conato de intento de redención.

«Tu padre ha dicho que, si os viene bien, podrías traer a Lisa el próximo fin de semana».

Así, sin más, hacía cuatro días, Soo-mi había anunciado a su hija el final de aquella contienda o, al menos, una tregua, y Jennie no había vuelto a ser la misma tras su llamada. La castaña estaba contenta, nerviosa, aliviada y en tensión al mismo tiempo, perseverando en el tema porque le quitaba el sueño, e impaciente, muy impaciente. A su «¿Qué te parece, Lis?», ella le había contestado que fenomenal, porque realmente lo era, aunque hasta la última célula de su ser le gritara «estás bien jodida» con mucha dedicación y acompañado por un «corre por tu vida». Jennie veía aquella invitación como una oportunidad de enmendar las cosas con su padre, limar asperezas y demostrarle que era buena chica a pesar de todo, aunque le comiera la boca en mitad de la calle. Ella veía aquella invitación como una posibilidad muy real de empeorarlo a lo bestia. Arthur Kim no parecía de los que te ponían las cosas fáciles.

Aun así, le había dicho que sí, que aceptaba la oferta, y ya tenían a Darwin y a Kuma colocados en casa de la «tía Rosé» y las maletas listas en un rincón de la habitación de Jennie, porque aquella noche dormían en su piso y al día siguiente, a primera hora, volaban hacia Corea.

Madre mía, es que se dirigía voluntariamente hacia Arthur Kim y sus facciones endurecidas por la decepción del momento. Hacia aquellos ojos cargados de varios «maldita sea, hija, ¿qué estás haciendo con tu vida?» y algún que otro «chica y veterinaria, pues qué bien». No le apetecía nada en absoluto, esa era la verdad, pero cuando veía a su novia sonreír de aquella manera casi se le olvidaban las pocas ganas que tenía. La posibilidad de no caerle bien a aquel hombre no le quitaba el sueño, pero que dificultase el de Jennie le preocupaba un poco más, así que había interiorizado eso de «Su mínimo es mi máximo». Un mantra que Holly le había cedido a la profesora hacía semanas. Aplicado a su futura relación con Arthur Kim iba de algo así como buscar el equilibrio y pactar acuerdos, pero el padre de su novia era abogado y fijo que negociaba de puta madre. ¿Hasta dónde estaba dispuesta a ceder? ¿Cuántos pasos atrás daría si Jennie no daba ninguno adelante?

El apocalíptico mundo de las relaciones con la familia política, un tema extremadamente delicado e importante.

"No han pasado ni cinco meses y ya ni me acuerdo de cómo es no estar embarazada," se quejó Jisoo mientras las cuatro regresaban de tomar algo en el Happy Dog. "La cerveza sin alcohol es un puto crimen contra la humanidad."

"Intentaron procesarla en Núremberg, pero se quedaron sin asientos," se burló de ella porque le divertía hacerlo.

Jisoo le dedicó una de esas miradas a las que ya estaba acostumbrada, de las de «qué poca gracia me haces a veces», pero Jennie y Rosé se reían. Dos de tres, no estaba nada mal. De todas formas, seguro que la pelinegra se ponía de mejor humor en cuanto llegaran a su casa.

"Ahora te quejas mucho, pero cuando des a luz lo echarás de menos," le advirtió Rosé.

"A la progesterona, tal vez, ¿habéis visto qué escotazo?" consultó delineando la línea de sus pechos con las manos. "Lisa, tú no hace falta que contestes."

Destiny : Diario de Jennie Kim 《Jenlisa》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora