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— De rodillas.

Ordenó él.

Ella ya se encontraba desnuda sobre la cama, un pañuelo vendaba sus ojos. Obedeció sus órdenes a ciegas.

Entre besos y caricias él había despojado su cuerpo de cada prenda, suavemente deslizando sus manos por toda su piel.

Era tan delicada y hermosa a los ojos de Damian que por poco el babeaba por ella viéndola frente a sus ojos desnuda, temblando nerviosa y obediente.

Se relamió los labios ante la idea que cruzó por su mente. Se alejó por un momento y volvió con una vela entre sus manos y un encendedor.

Entre la oscuridad que ella contemplaba dio un pequeño salto al oír el ruido del encendedor. La invadió el miedo, y asustada preguntó:

— ¿Qué es, que vamos a-.

— Silencio. —la obligó a guardar silencio atrapando sus labios con un beso. Él estaba de pie al borde de la cama y ella en medio de rodillas. —Extiende tus manos.

Cuando la vio obedecer se excitó aún más. Extendiéndole sus manos parecía que lo estaba alabando como si fuese un dios. Su cuerpo desnudo era una delicia, sus pechos los cubría su cabello que caía ondulado hasta su cintura.

Dejó caer una pequeña gota de cera caliente en sus manos.

Ella las sacó de inmediato y se quejó despacio.

— Arde. —murmuró.

— Sopórtalo, es un breve momento. Utiliza tus sentidos. Tu piel, tu nariz. ¿Puedes oler el aroma de la vela? ¿Puedes olerme a mí?

— N-no lo sé.

— Concéntrate. — dijo de nuevo dejando caer otras gotas en sus palmas.

Ella soportó en silencio y él sonrió.

Volvió a dejar caer unas pequeñas gotas y ella gimió despacio.

Se sentía caliente, todo su cuerpo ardía de pudor al estar desnuda frente a él, de nuevo con los ojos vendados. La cera caía despacio quemando la punta de sus dedos y su palma. Era un dolor soportable. Al principio ardía luego se enfriaba. Llegó el punto donde disfrutó la sensación y dejó un gemido escapar de sus labios.

El con una de sus manos tomó su cintura y la recostó en la cama. Ella tembló con el toque de sus manos frías.

Damian le sostuvo las muñecas sobre su cabeza y con su otra mano dejó caer gotas de cera sobre su abdomen.

Ella gritó quejándose de dolor.

— Aguanta un poco más. —susurró en su oído.

Volvió a dejar caer otro poco de cera cerca de su ombligo y ella gimió.

— Buena chica. —la besó en los labios suavemente. Sus lenguas húmedas se tocaron y el beso se tornó desesperado. Necesitaban el uno del otro.

Anya sentía que su corazón podría salir de su pecho, escapar por su boca y salir corriendo del lugar. La respiración la abandonaba en cada beso.

Necesitaba sentir su cuerpo conectado con el suyo, quería sentirlo, quería verlo a los ojos, acariciarlo y recorrer su piel con la punta de sus dedos. Pero el la sostenía con fuerza y la dominaba con sus palabras.

Damian se alejó para dar una nueva orden:

— En cuatro.

Anya no entendió.

— Date la vuelta.

Siguió sus indicaciones y él tomó su cintura para acercar sus cuerpos.

Viendo la curva de su espalda y sus caderas él paseo con su lengua por su columna vertebral. Dejó besos en el recorrido de su espalda. La acarició por completo hasta llegar a sus glúteos para golpearlos ligeramente. Ella se quejó con un gemido suave y él sonrió satisfecho.

Anhedonia | DamiAnyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora