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La imagen del joven era irreconocible. Sus zapatillas desgastadas con las garras de los dedos de sus pies hacia afuera, llenas de lodo. Igualmente estaba su ropa, sucia, eran harapos. Su camisa manchada de tierra y sangre. De su boca caían hilos de salva, sus dientes expuestos, su mandibula múltiples veces quebrada dejaba marcas en su piel cada vez que volvía a sanar.

Su regeneración se había vuelto cada vez más rápida.

En sólo dos días, exactamente dos vueltas al sol y dos lunas llenas completas, el joven Desmond pasaba hambre, sed y desesperación.

De repente su corazón comenzó a picar, por dentro, deseo arrancárselo para calmar ese dolor punzante, esa molestia.

Con sus garras jaló de su cabello fuertemente, hundido en la frustración.

No había logrado encestar ni un solo golpe a Loid Forger.

Sentía que no era suficiente. Él, quizá, después de todo, tal vez no era lo suficientemente fuerte para defender a su amada.

— Vaya usted —susurró. —Vaya usted por ella...yo...yo no puedo...

— Si no tuviera ni una pisca de fé en ti no estaría haciendo todo esto...

Respodió el padre igualmente desesperado por su hija, sólo que él mantenía la compostura.

Su traje verde oliva se mantenía casi impecable. Tenía manchas de barro y sangre pero obviamente no eran de él.

Ambos respiraban agitados. Loid estaba cansado, ya tenía edad para estas cosas, estaba retirado pero seguía siendo fuerte sólo por el amor a su familia. Damian estaba muy cerca de lograrlo pero tenían poco tiempo.

— Ella está en peligro, puedo sentirlo.

— Entonces termina esto y vamos por ella.

Damian cayó de rodillas al suelo. Su visión se borró por una mezcla de lágrimas, lodo y sangre que terminaron en su rostro por cubrirlo con sus manos avergonzado.

— Damian... — la imagen de ella sonriendo vino a su mente. — siempre te amaré, aunque mi vida se termine mi corazón...siempre te pertenecerá.

Ella apoyó sus finos labios en los de él y abrazó su piel desnuda, tibia. Ella era calida. En invierno era un refugio y en verano ella ardía más que el sol. En cualquier estación del año ella era él lugar dónde él quería resguardarse.

Debajo de los árboles con la brisa fresca, hundiendo los pies en la arena mientras el mar les acaricia los dedos, formando un corazón en la nieve con sus nombres.

Ella, ella, ella... estaba en todos sus recuerdos.

No es cómo si olvidara los malos, pero la maldad que Damian siempre sintió que su raza cargaba ella la había despejado, le hacía sentir que quizá...no fue tan malo que él haya nacido. Tal vez él había venido al mundo con un propósito: conocerle.

El lado más salvaje de un vampiro, un demonio, aquello que tanto rechazaba y odiaba Damian, hoy debía mirarlo frente a frente y enfrentarlo.

Se vio a sí mismo como si fuese un espejo pero sus ojos eran completamente negros y rojos, sus colmillos eran largos y afilados, cada bello en su piel estaba en punta como las bestias cuando están a punto de atacar, su cuerpo encorvado, sus músculos más grandes. Aquella imagen bestial y grotesca decidió abrazarla.

Una vez que lo hizo, al fin, estuvo listo.

Un veloz salto sorprendió a Loid quién apenas esquivo aquel rasguño en su contra. Con los ojos abriertos sorprendido por la rapidez sintió como un hilo de sangre caía de su mejilla.

Anhedonia | DamiAnyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora