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Al despertar el día siguiente ella estaba sola en la cama. Acarició a los costados pero no encontró a nadie y eso la hizo sentir sola y vacía. Eran pequeños detalles que hacían doler su pequeño corazón. Damian una vez más no estaba junto a ella al despertar luego de pasar una noche juntos.

Se recordó a sí misma una y otra vez que lo único que los unía era un trozo de papel con sus firmas. Ahora que lo pensaba...él ni siquiera la había mordido.

¿Por qué?

Él podría matarla si quisiera. Sería todo más sencillo de esa manera. ¿Quizá sólo deba pedirle que termine con su agonía de una vez por todas?

Su pecho comenzó a doler como si le estuvieran enterrando una aguja.

Le dolieron los ojos y pestañeó con fuerza por la luz que entraba desde la ventana. Se retorció bajó las sabanas y se estremeció cuando escuchó la puerta abrirse. Se escondió dándose cuenta que estaba desnuda.

— Señorita, ¿ya ha despertado? —una voz dulce habló en voz baja. — Le he traído sus cosas. El señorito Desmond la espera afuera para ir a la universidad.

— ¡Universidad! —gritó de solté saltando en la cama. Se cubrió como pudo estirándose para alcanzar sus cosas.

Revisó su teléfono. Ya era tarde.

Aún cubierta en las sábanas corrió al baño a darse una ducha. El agua y el jabón quitaron cualquier rastro de lo que había ocurrido anoche. Trato de que el agua caliente se llevara sus pensamientos como el vapor que se disipaba dentro del baño.

Por su parte Damian la esperaba ya en el auto, jugaba con su teléfono mientras esperaba tratando de ser paciente. Había una razón por la que él no estuvo a su lado cuando ella despertó, era simple. Era tan tierna la imagen de ella durmiendo profundamente que simplemente no pudo despertarla. Así salió con cuidado de la cama y la dejó dormir.

Al verla salir apurada y con el cabello aún mojado fue inevitable que no se le escapara una sonrisa. Ella se sentó en el asiento del acompañante y comenzó a arreglarse mirando el pequeño espejo que tenía enfrente.

Él se tomó un segundo para admirar como se peinaba, la forma en que peinaba las estañas y cómo ponía un bálsamo en sus labios.

— ¿Qué esperas? —soltó incomoda al ver que él la estaba mirando.

— ¿Quieres pasar por un café de camino? —dijo encendiendo el auto.

— Sería genial. —ella sonrió y saco de su mochila sus apuntes, comenzó a leer sus cosas de la universidad. Él algo curioso, por primera vez, intentó sacar conversación.

— ¿Cómo...vas con tus exámenes?

— Bueno —Anya suspiró, sorprendida por un lado de que él conversara pero molesta por su situación académica, no era la cosa más linda para conversar. — Desaprobé un examen pero lo recuperé bien, aunque perdí la promoción, es un fastidio. El resto de materias bien, algunos grupos son molestos.

— ¿Muchos trabajos grupales?

— Demasiados. ¿Cómo es economía?

— Aburrido. —soltó esperando en un semáforo en rojo.

— ¿No te gusta?

— Es algo de familia, el titulo sólo es formalidad.

Anya recordó las palabras de Ewen "él hace lo que le dice su familia". Pareció que el tema le aburría o no quería hablar de ello asique se puso nerviosa.

Él había empezado la conversación, ¿Ahora como seguía? ¿Qué le decía?

¿Por qué lo estaba pensando tanto?

Anhedonia | DamiAnyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora