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Una psicóloga y psicoanalista una vez dijo: "Donde hay ternura. Hay amor". Ella explicaba la forma en que la ternura implicaba cuidar al otro y como el trato es ausente de violencia y abuso.

Adorable, a Damian Anya llorando le parecía sumamente adorable. La tomó en sus brazos mientras ella lloraba y la dejó descargarse escondida en su pecho. Quería detener este momento y cuidarla por el resto de la eternidad. Mataría a cualquiera que se atreviera a lastimarla y se sentía sumamente miserable si él era el que causaba esas lágrimas.

Pero esta vez realmente no sabía qué había pasado para que ella comenzara a llorar.

— Dime qué pasa...—le susurró despacio. La apartó de su pecho y limpió con sus pulgares sus mejillas.

— Es que...—por la mente de Anya pasaban tantas cosas al mismo tiempo que colapsó.

Era demasiado, amar a alguien es sumamente agotador pero lo más hermoso que podría sentirse, pero no podía decirle que lo amaba, no era el momento, ni el tiempo, ni el contexto.

¿Existía realmente un momento indicado para amar? No existe el amar a medias, o amar de a poquito. Ella amaba intensamente porque el amor es así. Saturador. Abrazador. Te quema hasta los huesos. Y ella ardía en llamas por él.

Se sintió tan insignificante cuando vio a Damian junto a otra chica, tan preciosa y delicada, que además reclamaba haberle besado. Aquello le apuñalo el corazón. Y se odiaba a sí misma por sentir celos porque recordaba que ella sólo estaba unida a él por un simple papel.

Él no la había mordido. ¿Acaso no la deseaba? ¿No la quería ni un poco?

— ¿Tú la besaste? —soltó, las palabras salieron de su corazón. Sintió que se arrepentiría por preguntar al escuchar la respuesta.

— Sí. —dijo. Y el corazón de ella se estranguló. —Antes de conocerte.

Sabía que se arrepentiría de oírlo, pero vivir con la incertidumbre sería aún más pesado.

— ¿Eso te molesta? — Damian preguntó.

Anya asintió.

— Ella me miró tan feo.

— Ya no va a molestarte, lo prometo.

Lo único que le quedó a Anya por hacer fue en creer en sus palabras.

¿Qué otra opción tenía?

— Lo siento, ensucie tu ropa.

— Está bien.

Entonces los latidos del corazón de Damian palpitaban con fuerza, sus ojos verdes llorosos y sus mejillas rosadas habían calado fuerte en su corazón. Ella se le había metido profundo hasta los huesos. Ella había logrado que él sintiera las cosas más hermosas que jamás podría haber experimentado. Entonces, sólo entonces, lo dijo:

— Tú eres la única para mí ahora. — sostuvo su rostro para conectar sus miradas. — Y para siempre.

Eso no sólo era una confesión de amor a su manera. Era una promesa.

En aquel beso que él le dio se desataba el arte de hablar con sus cuerpos y no con palabras. Aquel beso era el sello de esa promesa. "Estaré allí para ti" quiso decirle él, "Se mío" quería decir ella.

Ninguno era honesto completamente con el otro. Él era demasiado orgulloso, ella demasiado insegura. Pero funcionaban, por ahora. Poco a poco los engranajes comenzaban a moverse y su amor a florecer.

Pero, y es que siempre hay un pero, su amor era atípico. Lo quemaría todo y al final de ellos solo quedarían las cenizas. Él era fuego y ella gasolina. El daño era inminente.

Anhedonia | DamiAnyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora