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— Esto es un fastidio. —suspiré molesta. —Los Desmond tienen una mala costumbre en entrar por la ventana.

Noté en su rostro el desconcierto por mis palabras.

Un hombre alto de traje oscuro con líneas blancas muy finas, era elegante, tenía la espalda ancha y el cabello peinado todo hacia atrás. Tenía una sonrisa malévola que mostraba sus colmillos y unos ojos llenos de sed de sangre.

Estaba a la mitad de un cigarrillo.

— No eres como Damian, él deja su cabello suelto y su sonrisa es encantadora. —reí un poco al recordarlo sonreír, las innumerables veces que reímos juntos. — Además sus ojos son de un chico tímido y malhumorado.

Me di cuenta como alzaba una ceja. El residuo del cigarro cayó mientras lo sostenía en su mano atónito alejándolo lentamente de su boca.

— ¿Qué dices? —soltó.

— Que no quiero hacer un contrato contigo, imbécil.

Tal vez el insulto estaba de más.

Esta era la forma más rara de conocer a un cuñado.

Él comenzó a reír, inhalo el humo del cigarrillo a nada de terminarlo. Caminó hasta estar al lado de mi cama y mirándome fijo soltó el humo en mi cara.

Arrugué la cara y tapé mi nariz. Comencé a disipar el humo con mis manos.

Este tipo era asqueroso.

— ¿Por qué no tienes miedo?

Dijo curvando el cuello, como si mirándome desde otro ángulo le daría una respuesta.

— No huelo miedo en ti, nunca nadie me había hecho esto.

Solté una pequeña risa.

— No puedes fumar en un hospital, por favor cuñado, vete. —pedí intentando ser falsamente amable.

Acercó su rostro al mío y me acorraló con sus brazos.

— Eres muy insolente. —olfateó mi cuelo bruscamente y sentí mi piel erizarse. Fue asqueroso. — Ya veo, eres diferente.

Me miró a los ojos y relamió sus labios, sus colmillos se hicieron aún más grandes.

Inclinó su cabeza hacia atrás para darme una mordida en ese instante inspiré profundamente conteniendo la respiración y arranqué la ajuga de mi brazo que me hacía llegar suero a la sangre.

A pesar del dolor intenso que sentí en mi brazo apunté la ajuga a su cuello para clavársela con todas mis fuerzas, pero un sonido me detuvo y a él también.

La ajuga estaba a milímetros de su yugular.

Él se hizo hacia atrás siguiendo el sonido de la puerta que se había abierto. Cuando miré hacia el umbral de la puerta Becky estaba de pie allí con una mirada asesina, el ceño fruncido, la frente arrugada, apretaba su mandíbula y sus puños estaban fuertemente cerrados.

— ¿Qué crees que haces, basura inmunda?

En un parpadeo Becky estaba encima de Demetrius sujetando su cabello desde atrás, enredó sus dedos en los mechones y jaló hacia atrás para tomar impulso y luego estampar su rostro contra la pared.

Fue tan satisfactorio. Pude escuchar como su tabique se salía de lugar. La pared quedó manchada por un hilo de sangre que caía de su nariz.

— No eres bienvenido aquí.

Habló Becky una vez más.

Soltó a Desmond y este se puso de pie frente a ella. Él era más alto por lo que me preocupé por mi amiga. Demitrius lamió la sangre que resbalaba por sus labios con una sonrisa. Su cigarro había caído. Con su dedo pulgar movió su tabique volviéndolo a poner en su lugar. —Pequeña basura. —le dijo.

Anhedonia | DamiAnyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora