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— Anya...

Escuché que su voz me llamaba entre sueños. Se sentía tan real. Su voz era tan hermosa cuando pronunciaba mi nombre.

— Anya, despierta.

Se sentía como una sacudida. Su suave vos se escurría en mis oídos, podría escucharlo decir mi nombre mis veces y cada una de ellas haría erizar del mismo modo mi piel.

Podía sentir sus manos en mis hombros, se sentía tan real. ¿Estaba soñando? La voz era sin duda Damian pero no podía ver su rostro.

— ¿Eres real? —murmuré llevando mis manos a su rostro que se veía borroso.

Enterré mis dedos en su cara. Su mentón bien marcado, sus labios pomposos, su nariz fina, sus cejas tupidas pero finas. Era él.

Abrí mis ojos pesados.

— ¡Claro que soy real! ¡Despierta de una vez!

Pestañee barias veces viendo enfrente de mi un Damian enojado.

Quite mis manos de su rostro y me limpié la baba.

— ¿Qué pasa? —pregunté. Pestañé varias veces y me senté en la cama. Limpié mis ojos.

Miré a Damian quién ya estaba vestido a un costado de la cama. Me miraba con el ceño fruncido.

— Oh, eres tan lindo cuando estás enojado por mis tonterías. —creo que en vez de pensarlo dije eso en voz alta.

— ¿Cuánto más piensas dormir? Son las 9 de la mañana, tienes que desayunar.

— ¿Acaso no estamos de vacaciones? Damian, es nuestra luna de miel.

Él sonrió finalmente con esas últimas palabras, era bueno estar relajados después de tanto estrés.

— Eso no implica que te saltes el desayuno. Ven, lava tu rostro y vamos a comer algo.

Su modo sobreprotector de dar amor me hace sentir como una niña consentida.

Si tuviera que explicarlo de alguna manera diría que mi niña interior se siente a salvo cerca de Damian.

Lavé mi rostro y cepille mis dientes viendo mi reflejo despeinado en el espejo. Esta era la cara que Damian había aceptado ver todas las mañanas del resto de su vida al despertar.

Él me había elegido.

Me arreglé y me acerqué a la cocina comedor, el lugar era pequeño, una pequeña cocina, una heladera, una mesa de madera antigua. Todo se veía viejo en la cabaña pero en buen estado, los electrodomésticos eran nuevos y los muebles de madera parecían hechos a mano.

Todo muy rustico. Este era el lugar que recibía estudiantes extranjeros para hacer voluntariados. Aquí reciben así a turistas. Es acogedor.

El frío se coló entre mis pantuflas.

Cuando llegué a la cocina vi a... ¿Damian con delantal?

— ¡Oh... quizá sigo soñando.

— ¿Te burlas de mí?

Froté mis ojos.

Era real.

— Pfffff —solté mi risa. — El rosa no va contigo. —el tierno delantal rosa con flores se veía hilarante en Damian, un vampiro de metro ochenta y siete que suele vestir monocromáticamente de negro.

— ¿Y tú qué haces con mi ropa? —Damian veía a su ahora esposa en pantuflas, medias blancas y su enorme buzo azul oscuro que le llegaba por debajo de los muslos. Era terriblemente adorable y de alguna extraña razón verla con su ropa holgada era sexi. Sonrojado el apartó la mirada hacia las tostadas que se le estaban quemando.

Anhedonia | DamiAnyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora