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¿Por qué será que siento que te extraño como si no te hubiera visto hace años cuando en realidad te cargué en mis brazos hace unas cuantas horas?

Estaba esperando afuera de tu cuarto pero no me sentía con derecho de entrar.

Te extraño tanto.

Quisiera abrazarte en este instante.

Decirte esas palabras... "te amo".

Te hablaré en mis pensamientos creyendo que quizá tú puedas escucharme. Te lo diré en mi mente las veces que sean necesarias.

Me puse de pie y comencé a recorrer los pasillos hacia el exterior, al chocarme con la luz solar de fuera miré al cielo, tapé mis manos del sol que me pegaba en la cara pero aun así noté que cortando el azul cuelo había una torre amplia con una cruz en ella. Al bajar un poco más mi mirada me di cuenta que era una iglesia.

Anya siempre iba a ellas sin mí. No somos bienvenidos en ese lugar.

— ¿Por qué habría una iglesia frente al hospital? —dije en voz alta.

— Es para la gente que se está muriendo. —respondieron y al mirar buscando el dueño de la voz me di cuenta que una anciana en silla de ruedas estaba fuera tomando el sol. — Lo último que quieres las personas antes de morir es el perdón de dios, o tienen una última plegaria que pedirle. Cuando no hay nadie que escuche ahí esta Dios, muchos sólo acuden a él para pedir, hay que también valorarlo para agradecer jovencito.

¿Por qué sentí que esa señora me estaba regañando?

Parecía querer darme una lección.

Pero sus palabras me hicieron recordar como la noche anterior supliqué a Dios que mantuviera a Anya conmigo.

¿Acaso me escuchaste?

Supongo que debo darte las gracias.

— Gracias, señora. —dije y me encaminé hacia la iglesia.

Crucé la calle y allí estaba. Adentro era frío, los ventanales gruesos de vidrios de colores no dejaban pasar mucho la luz, las velas estaban encendidas y podía escuchar a personas de fondo cantar en un coro alabando suavemente a sus ángeles.

Las estatuas me miraban y me sentí juzgado, había ángeles con sus hermosas alas talladas en piedra me recordaban que yo era un demonio. Algunos ángeles lloraban, otros traían consigo lanzas y flechas.

Algunos abrían sus brazos recibiéndote en un abrazo, casi pareciera que quisieran salvarme. Como si me dijeran "todo está bien" en su rostro.

Avancé hasta llegar a la cruz. Me sorprendí porque había muchas de ellas, la que yo conocía era una donde Jesús yacía crucificado, con clavos en las manos y una corona de espinas en la cabeza.

El significado de la corona de espinas, hasta donde yo sabía, fue una burla hacia Jesús, tomando una corona como símbolo de realeza y de majestad, y convirtiéndola en algo doloroso y degradante. Se rieron de él y transformaron sus palabras en una condena.

La siguiente cruz que no conocía era una vacía. La observé intentando descifrarla.

Una monja se acercó a mí. — ¿Le llama la atención joven?

— Oh, sí...

— Es una madera tallada preciosa, ¿No cree?

— Supongo...

— Esta cruz simboliza que la agonía de Jesucristo ha finalizado.

— ¿Por eso ya no está ahí? —señalé.

Anhedonia | DamiAnyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora