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— ¿Me dejarás morderla o lo harás tú?

Siempre me sentí la oveja negra de la familia.

Me molesta la hipocresía del mundo donde nos condenamos a clases sociales, donde despreciamos la vida de los demás por creernos superiores. Creemos que tenemos el poder de cambiarlo todo.

Si fuera tan sencillo simplemente existirían vampiros, seriamos los dueños del mundo. Pero es imposible, si los humanos no existieran, si transformáramos a todos los humanos en vampiros o si simplemente los devoráramos, finalmente, moriríamos de hambre.

Sin ellos no somos nada.

Nuestra existencia tiende de las manos de la humanidad.

Pero para los humanos es diferente. Ellos podrían vivir una vida simple y sencilla sin nosotros. Sin presiones, sin miedo, serían libres. Pero el miedo que nos tienen los condena.

Tomé a Anya entre mis brazos, su cuerpo aún estaba caliente. —Apresúrate o morirá. —habló Demetrius otra vez.

El relamió sus labios y mostró sus colmillos.

Abracé a Anya con fuerza y le gruñí. —No te atrevas a tocarla.

Desde niños Demetrius lo ha tenido todo, no muy diferente a mí. Siempre nos dieron lo que quisimos, juguetes, autos, dinero. Pero él quería más de lo que el mundo podía darle. El consideraba a los humanos como lo más bajo de la escalera social.

Le gustaba abusar de los humanos, el hacía múltiples contratos con mujeres y hombres que mordía y bebía de su sangre. Las personas sólo eran eso para él: comida.

Sexo, lujuria, pasión, pecado. Él vivía de todo eso, lo disfrutaba, el poder de la sangre humana corría por sus venas. Es decir, cuanta más sangre consume un vampiro más fuerte se vuelve.

Y él era muy fuerte.

Recuerdo aquello que hizo cuando aún yo era un niño, ¿Tú recuerdas lo que me hiciste? Jamás podre olvidar aquella noche de llivia y truenos cuando tenía apenas 16 años. Casi la edad de Anya.

— Bebe de su sangre. —me ordenaste. Me ofrecías a ese niño inocente como si fuera un banquete.

Desde esa noche todo cambió.

En mi familia me consideraban débil, una oveja negra. Pero lo que ellos no saben es que en realidad soy un lobo disfrazado con piel de cordero. Y entre la oscuridad es más fácil camiflarse.

Para pelear contra las sombras, contra los grandes, hay que ser muy valiente.

...Vengo planeando aquello hace tiempo...

— Traigan hierro y fuego, un soplete. Quemaremos las heridas para que dejen de sangran. —ordené rápidamente a las sirvientas y empleados. — ¡Arthur! Dime ¿Qué es más rápido? ¿Llevarla o que venga una ambulancia?

— Llevarla, señor, pero no tenemos mucho tiempo.

— ¡Prepara el auto!

Rasgué su ropa quitándole las mangas para ver las heridas con claridad. Cuando el desertor la sujeto clavó sus uñas en su piel y la desgarró.

Con un pedazo de hierro caliente presioné con fuerza sobre una de las heridas.

Anya gritó desesperada. —¡¡¡¡AAAAAh!!!!

— Lo sé, lo sé. Aguanta por favor.

— ¡¡¡¡AAAAAAAAAAGH!!!!

Cada vez que quemaba cerrando una herida abierta ella se retorcía de dolor. El olor a piel quemada inundó mis fosas nasales.

Anhedonia | DamiAnyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora