Renacimiento II

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Capítulo XVI

Renacimiento II

inmersa con tu luz

mi alma empieza a recordar

libérame de esta desdicha.

- La rubia abrió la puerta dispuesta a dejar pasar la brisa hasta donde se encontraba su acompañante.

- ¿Quieres bajar? -dijo mientras acariciaba el rostro de la chica.

Te prometo que nadie te vera- La aguamarina abrió la puerta y salió impulsivamente, la noche era espesa, pero podía verlo, sus olas tocaban la orilla violentamente, camino dejando atrás a la rubia sintiendo que su cuerpo era atraído por una fuerza magnética, llego hasta la orilla sin importarle nada, dejo que sus pies descalzos fueran tocados por el agua helada, por instinto se quitó el sweater que la privaba de sentir la cálida brisa en su cuerpo, aquel vestido ondeaba con el viento.

¿Hace cuánto que estaba encerrada? ¿Desde que llego a Japón? No, no solo era eso, ella estaba presa desde tiempo atrás, desde que conoció aquel hombre que juro la protegería y cambiaría su vida y vaya que la cambio, desde que el llego ella no era dueña de sus acciones, dueña de a dónde ir, no era dueña ni de su propia vida, el viento pegaba contra su cara y las lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos, al fin se sintió libre, libre de aquellas cadenas que la obligaban a fingir que todo estaba bien, libre de aquellas manipulaciones que creía eran solo acciones llenas de buenas intenciones para su bienestar, al fin era libre de aquel control mental que día con día ejercía la persona que supuesta mente la amaba.

Se dejó caer de rodillas, sus puños aprisionaban la arena húmeda, respiraba profundamente aquel olor de agua salada que llenaba sus pulmones, que la hacían sentirse viva de nuevo, cerró los ojos sin ni siquiera intentar contener el llanto, en ese momento, ese exacto momento todo era perfecto, las olas llegaban ahora a mojar el delgado vestido que llevaba puesto, no importaba, esta vez no importaba como se veía, si su ropa estaba seca o mojada, si su cabello estaba arreglado, si su boca tenía color carmín o ese rosa natural que siempre era criticado, no importaba si vestía Gucci, Prada o simplemente nada. Ella estaba ahí dejando que el mar se llevara su tristeza y a cambio le entregara ganas de seguir viviendo.

Dejo que sus ondulados cabellos que parecían las mismísimas olas jugaran con el viento liberándolos de la presión de aquella tela color negra, y ahí estaba frente al mar, la violinista que todos buscaban, la jovencita llena de sueños que abandono su país natal en busca de ellos, la niña que prometió que el mundo jamás olvidaría su nombre, ahí frente al mar Michiru Kaioh renacía bajo el manto de la luz lunar.

- Así como los humanos no podemos vivir dentro del mar por que nos falta el aire, las sirenas no pueden vivir tanto tiempo sin el- La rubia se sentó a la orilla del mar y miro a la aguamarina hacer lo mismo, en un instante sus miradas se cruzaron, Haruka pudo notar aquel brillo en los ojos de la chica que tenía a su lado, no había duda que la Michiru que ella conocía estaba comenzando a escapar de las sombras que la rodeaban desde que regresó; Michiru procuro sentarse lo más cerca de la rubia quien le ofreció una pequeña hamburguesa.

El tiempo parecía no pasar, estaban ahí las dos solas sentadas frente al mar, ¿Cuántas veces habían estado así tiempo atrás?

- Pareciera como si nada hubiera cambiado- atino a decir Michiru mientras seguía mirando el vaivén de las olas.

- Pero al menos estamos de nuevo así... Michiru sé que tal vez no quieres hablar de ello, pero mis intenciones de ayudarte son sinceras, después de todo siempre te eh considerado...mi amiga a pesar de todo lo que pasó y que pienses que estoy conspirando en tu contra me lastima un poco, yo jamás lo haría, después de todo lo que paso, de todo lo que se dijo- La aguamarina comenzó a hacer círculos en la arena con sus dedos que rápidamente desaparecían al pasar las olas sobre ellos.

Rosas en la HabitaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora