Desavenencia

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Rosas en la habitación

Capítulo XXVI

Desavenencia

Creías sin pensar que seguiría igual,
Con cada golpe me rompí por dentro,

Tan solo contigo, despierta en mi interior,
La rabia que va superando el miedo.

El sonido de las notificaciones del celular inundaban aquella recamara, abrió los ojos y agradeció que las cortinas estuvieran cerradas, sentía como si su cabeza fuera a explotar, tentaba con sus manos para encontrar aquel aparato tan ruidoso.

¿Cómo había llegado hasta ahí?, volteo su cabeza y vio aquel hombre a su lado, tenía un montón de imágenes dando vueltas por su mente, se reincorporo y vio a su alrededor, la resolana que hábilmente se colaba por aquellas cortinas color vino le permitían al menos tener un poco de visión, el cuarto estaba deshecho, su ropa regada por el suelo junto con la de su acompañante.

No era la primera vez que se encontraba en aquella situación, sonrió un poco al ver que esta ocasión las cosas se habían puesto más salvajes de lo acostumbrado, su cuerpo dolía, su espalda y brazos ardían, el dolor de cabeza se intensificaba aún más, sus ojos azules se abrieron sorprendidos a medida que algunas imágenes comenzaban a regresar a su cabeza.

XXX

Todos los ojos estaban sobre ella, en sus manos descansaba aquella daga de oro que solo pocos podían tocar, un divino artefacto que debía ser manejado con delicadeza y nunca tocar el piso, en medio de todo y todos estaba ella vestida de blanco, se estaba tomando más tiempo del que debía, los susurros se escuchaban aun debajo de los berridos del animal que se encontraba frente a ella, el blanco cordero hizo contacto visual con la aguamarina que tenía la daga levantada con sus dos manos, solo tenía que cortar al animal, tomar su sangre y beber un poco, a través de ella la princesa bebería su ofrenda, solo un paso la separaba de obtener todo lo que deseaba, dinero, fiesta, excesos y el reconocimiento de todos los que alguna vez dudaron de su talento.

El animal volvió a balar esta vez desesperado y juraría que pudo ver una lagrima caer de aquel ser.

-¡vamos mich!- le dijo al oído su novio mientras sonreía al público que comenzaba a desesperarse, La violinista del año, un talento innato que había estado escondido por tanto tiempo en Japón, muchos la llamaban la revelación, aquella aguamarina había tocado el cielo con las manos, sus caprichos y berrinches eran cumplidos por todos los que la rodeaban, pero algo en su corazón comenzaba a hacerla dudar, ¿Era esta la vida que quería? ¿Era ella tan importante para decidir si la vida de ese animal seguía o no?, sus manos comenzaron a temblar, las dudas no dejaban de dar vueltas por su cabeza, el miedo comenzó a recorrer su cuerpo, los susurros inaudibles llegan hasta sus oídos y entonces dejo caer aquella reliquia, pero el sonido del utensilio topando en el piso nunca llego, pasaron algunos segundos sus ojos se abrieron impresionados al ver como un líquido inundaba su cara y el sonido ensordecedor del animal gritando fue lo último que escucho.

-¡No por favor no!- grito Michiru mientras se reincorporaba rápidamente, su corazón latía tan rápido, una presión en su cuello hacia que el respirar fuera complicando, abría su boca tratando de tomar aire, la rubia a su lado quien despertó al unísono del grito de la aguamarina trato de tocar su hombro pero la chica solo la alejo mientras manoteaba.

Llevo las manos a su pecho, en su cabeza seguían de nuevo aquellos murmullos, aquellas risas, aquellas imágenes donde ella se encontraba bañada en sangre, esa mujer de cabellos rojos como el atardecer, bebiendo la sangre del animal que escurría por la comisura de sus labios, no podía distinguir si se encontraba de nuevo en aquel lugar, sentía que el aire no pasaba por su fosas nasales, intentaba gritar pero a pesar del esfuerzo en su garganta el sonido no salía.

Rosas en la HabitaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora