Marine Cathedral

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Rosas en la habitación

Capítulo XXXIII

Marine Cathedral

En un mundo

Donde el miedo

Ciega la verdad

Cuanto arañaras el suelo

Por no gritar.

Levanto la vista indiscretamente al escuchar los tacones topar contra el piso de mármol, sus ojos amarillos subían y bajaban sin vergüenza por todo el cuerpo de la chica que estaba en espera del elevador, vio como las puertas de metal se abrían, no perdía detalle de la mujer frente a ella, la vio subir a aquel cubículo y al voltear al fin su mirada se cruzo con la de ella.

Aquella mujer de cabello aguamarina dentro del elevador solo sonrió mientras negaba con la cabeza y se despedía moviendo su mano, las puertas del elevador se cerraban lentamente llevándose consigo aquella angelical figura mientras que a la par el segundo ascensor se abría lentamente dejando ver a una ansiosa rubia llevando un sobre abrazado a su pecho, salió desesperada rompiendo el apacible entorno de la impresionante salida de la chica anterior.

El golpe en la recepción de madera rompió el trance de Nyanko regresando a la realidad, sus ojos se posaron en la chica rubia y suspiro resignada.

-Me está esperando, podrías decirle que ya llegué... por fis...-

-Minako, toma asiento- se estremeció al escuchar como los tacones de la rubia rechinaban el piso mientras comenzaba otra de sus rabietas; Cada día se volvía más intolerable para la asistente quien desgraciadamente tenia que aguantar el trabajo sucio siendo el escudo que evitaba que cualquier gota se colara tras aquella gran puerta.

-Escúchame, ella me esta esperando, le llame y me dijo que viniera, así que deja de holgazanear y avísale que estoy aquí, haz por primera vez bien tu trabajo-

La odiaba realmente, la despreciaba, quería levantarse de aquella acolchonada silla de oficina y gritarle en la cara que se largara. Las fantasías en su mente iban y venían en todas, la sangre de la rubia salpicaba las paredes blancas, su rostro se llenaba de líneas carmín y su sonrisa maniaca era lo único que se reflejaba en los apagados ojos azules.

- ¿Te vas a quedar ahí? Gatita- esa forma de usar aquel dulce sobrenombre de manera tan burlesca y vulgar hizo que rápidamente abandonara su silla.

-Venus, querida ¿Qué crees que estás haciendo? - la imponente figura de galaxia caminaba hasta las chicas, aquella voz era melodía para sus oídos, una canción que la transportaba nuevamente al sublime momento que había vivido minutos atrás.

-Le dije que estabas esperándome, deberías de cambiarla por alguien que si obedezca- Minako encamino su paso hasta Galaxia evitando que siguiera avanzando, Nyanko volvió a perderse en aquellas dos chicas, sonrió al ver como aquella mujer a la que servía le regalaba una mirada cómplice, una mirada que entendía claramente.

-Entiendo que estes tan estresada con todo lo que esta pasando, pero me gustaría que no te desquitaras con Nyanko tampoco vuelvas a llamarla de esa manera; hay cosas que Venus aun no puede permitirse. Así que por favor no molestes más a la pequeña Nyanko, ella realmente hace un esfuerzo. Ahora ¿Qué era eso tan importante que no puede esperar?, tuve que interrumpir una visita... interesante. - Ambas mujeres tomaron lugar, Minako dejo el sobre en el escritorio y se recargo en la silla resoplando.

-¿Por qué tantas letras?....- Galaxia sacaba el montón de papeles de aquel sobre, comenzaba a leer mientras sus ojos no parecían sorprendidos en lo absoluto.

Rosas en la HabitaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora