Capítulo 10

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El reloj acababa de dar las nueve cuando llamaron a la puerta. Elizabeth había tomado su lugar en la silla frente a la de respaldo alto en la que Papa siempre se sentaba.

-Si, adelante. -Llamó suavemente.
La puerta se abrió y entró Papa, hacía tiempo que se había ido su habitual vestido real, en su lugar había un traje simple, pero su maquillaje aún permanecía, Elizabeth se movió en su silla mientras él hablaba.

-¿Tú pediste verme? -Empujó, cerrando la puerta suavemente detrás de él, Elizabeth miró hacia la silla frente a ella e hizo un gesto con los ojos.
Obedeció y después de ponerse cómodo, se volvió hacia el fuego. Elizabeth había esperado que él iniciara la conversación, pero los momentos pasaban, registrados por el reloj de la custodia en el manto.

Cuando sintió que no podía soportar otro segundo de su silencio, Elizabeth habló.

-Si voy a quedarme aquí, me gustaría hacer algunas peticiones. -Papa la miró, un poco sorprendido por su osadía pero divertido, Él sonrió y asintió con la cabeza para que continuara.

-Me gustaría tener mi propia habitación, me siento tan culpable por tomar la tuya. -Elizabeth acomodo las manos en su regazo.

-Puedes elegir cualquiera. -Dijo, señalando el pasillo, Elizabeth asintió y continuó.

-También me gustaría ver a mis amigas con más frecuencia, entiendo sus deberes y autorizaciones como Ghoulettes, pero temo volverme loca si me someten a Ivy un día más. Elizabeth no tenía la intención de que la última parte de su declaración llegara a sus oídos, el rubor se deslizó por sus mejillas generalmente pálidas mientras Papa se reía.

-Eres bastante precoz, ¿no? -Elizabeth bajó la mirada cuando Papa sonrio.
-Puedes visitarlas cuando quieras y me disculpo si mi personal te ha decepcionado de alguna manera. -Añadió Papa y Elizabeth inmediatamente se erizó.

-Por supuesto, gracias y lo que quiero decir es que eso no es lo que quise decir, yo solo... la forma en que algunas hermanas actúan a mi alrededor es tan... Estoy aterrorizada, me tratan como si fuera un capricho mio estar aquí y yo, yo no hice nada para que se enojen de esa forma. -Elizabeth reflexionó, sintiéndose repentinamente desesperanzada, Papa tomó su mano suavemente.

-Debes perdonarlas a ellas y a todos los demás que te hayan echo daño y por las demás como mencioné, no están acostumbradas a ti, dales tiempo. -Elizabeth se burló.

-En ese caso para cuando me acepten, yo ya me habré ido. -El fuego a su lado estalló como para mostrar una protesta y Elizabeth dejó que sus ojos se desviaran hacia las grandes llamas.

-¿Querías hacerme una pregunta? -Papa insistió, dejando su comentario más reciente sin preguntas, quería saber más sobre ella, pero no estaba seguro de cómo empezar sin entrometerse.

-No fue nada realmente, solo algo que las chicas me dijeron y prometí no decírtelo. -Elizabeth descartó, de repente sintiéndose bastante cohibida, Papa la miró con curiosidad.

-¿Que dijeron? Yo responderé por esa promesa y no te preocupes no diré que la rompiste. -Le preguntó y se rió en broma, Elizabeth se rió.

-Confio en usted, pues.. Me dijeron que no pudia salir del valle y que al rescatarme rompio su voto sagrado. -Dijo Elizabeth, mirando hacia otro lado mientras Papa se erizaba y esperaba que nadie supiera que se iba, pero ahora sabían lo inevitable la gente habla, incluso en un lugar sagrado como el valle obscuro, los miembros aún sabían todo sobre los demás, Elizabeth notó su silencio y lo miró.

-¿Es verdad? -Preguntó ella, inclinándose hacia adelante, Papa tragó saliva con sus manos apretadas en puños.

-Si, rescatarte no se considera un evento diplomático. -Dijo con firmeza, Elizabeth frunció el ceño confundida.

Ardiendo en el deseo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora