3. Trio erotico (ultima parte)

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Elizabeth ya estaba nuevamente desnuda, mientras ellos al mismo tiempo viajaban por el cuerpo de Elizabeth, dejando todo tipo de mordidas y marcas a su paso.

-Mmm si.. -Gemía Elizabeth casi poniendo los ojos en blanco.

Papa bajo la mirada hacia la descuidada y mojada vagina de su presa, dirigió su mano a ella separó los labios y comenzó a chupar y morder, provocándole un poco de dolor.

Su lengua juegueteaba de arriba abajo, acariciaba la punta de su inchado clítoris y el líquido se volvió a ser presente otra vez Elizabeth podía decir que su mente apenas y estaba presente, pero fue testigo de como Papa tomó el fluido en sus dedos y luego lo lamió con tal sensualidad, que hizo que Elizabeth se estremeciera.

Después de unos instantes, cardenal  la follaba fuertemente, la doblé penetración hacía que elizabeth se volviera loca, se pellizcaba sus pezones suaves que se sentían tan duros, ellos solo escuchaban la respiración agitada de su víctima, de pronto Elizabeth soltó un gemido tan fuerte y su cuerpo tuvo un espasmo casi incontrolable.

-¡Ya esperen un momento por favor! -Suplicó Elizabeth. -¡No aguanto más, es demaciada exitación!

Los dos se detuvieron un momento para dejarle recuperarse, la miraron con ternura y no pudieron evitar sentirse más impacientes, pues los ojos de Elizabeth tenían cristalinas lágrimas, sus mejillas estaban rojas y algunos hilos de saliva se tejían entre sus labios, estaba hecha un total desastre y amabaron eso.

-Pero si aún no te has venido otra vez -Le respondió Papa, mostrando su mano completamente seca.

-¡Sí me vine! Me he venido incontables veces. -Elizabeth estaba confundida, sus sensaciones no podían engañarla.

-La verdad... -Finalmente intervino Cardenal -Eso fue un orgasmo seco, es como pues... -Comenzó a reírse -Es cómo para los hombres eyacular en seco, porque tu vagina no deja salir el líquido.

-Yo ya mejor me voy. -Elizabeth exclamó finalmente apartándose un poco de ellos. -Me voy a quitar esto. -Dijo poniéndose la ropa.

La mano fuerte de Papa la tomó con fuerza, no se iba a quitar nada. Aún faltaba alimentar el gusto morboso de observar de Copia, este se sentó cómodamente en un sillón que estaba justo al lado de la cama y con una mirada cómplice le dijo al otro que podía continuar.

Papa le arrancó la ropa a Elizabeth y la puso de pie a la orilla de la cama, recargó su cuerpo hacia enfrente, y ya en la suavidad de las sábanas la giró para que El cardenal pudiera verla, luego cruzo sus brazos por la espalda y acercó su pene a la entrada, vaciló un poco para meterlo, lo rozaba contra aquellos glúteos redondos y su clítoris, pero apenas se acercaba al orificio de su vagina, y este ya se abría muy fácilmente.

La miró victorioso desde arriba, se dejó ir por completo y sin descanso, el sonido de las pieles chocando invadió la habitación, Copia comenzó a masturbarse, extasiado con la cara de placer que hizo Elizabeth.

-Mmm ¡Más Papa! -Pedía Elizabeth a gritos.

-¿A sí te gusta perra? -Preguntó Papa.

-Sí-. De su boca jadeante apenas y podían salir las palabras. -¡Me vengo! -Las uñas de Elizabeth se incrustaron un poco en las manos de Papa, que la tenía sujeta por la espalda, su cuerpo tuvo una contracción fuerte pero las embestidas continuaron, dando golpes en sus nalgas y dejando un color carmesí en su piel.

-Solo es otro orgasmo seco. -Le respondió al oído pero te has portado bien, te dejaré terminar de la mejor manera.

Al instante sintió alivio, y al mismo tiempo el placer de seguir siendo invadida, soltó sus manos y la agarró ahora por la cadera, haciendo que los rebotes fueran aún más intensos, las piernas de Elizabeth estaban temblando, sus pies estaban de puntas rozando el suelo y su entrepierna estaba demasiado mojada.

Cuando El cardenal noto que Elizabeth estaba cerca su clímax se acercó a la cama, sin dejar de jalar su miembro, por su parte Papa se aferró a la piel de Elizabeth y se vino adentro, liberó todo su esperma que había estado reteniendo desde hacía casi dos horas, El cardenal le pidió a su Elizabeth que sacara la lengua y casi de inmediato su semen caliente cayó sobre ella no solo en la lengua, sino en toda la cara.

Elizabeth podría jurar que vio corazones en los ojos de los dos hombres, realmente parecían completamente perdidos solo por ella, ambos le ayudaron a levantarse y la abrazaron, brindándole cariños y mimos.

-Amamos estar contigo Elizabeth. -Dijo Papa, cubriéndola con una toalla.

-Lo sentimos por tratarte así -Dijo triste Copia. -Me senti decepcionado porque volviste a ser indisiplinada.

-Yo lo siento por haber echo eso, no sabía que hacer estaba aburrida y nunca imaginé que quisieran esto, aunque me gustó, y cumplieron yo haré mi parte y seré disciplinada de ahora en adelante.

-Nunca hicimos esto, y sin embargo nos encantó enormemente todo esto, por mi parte quiero hacerlo más, y tal vez nos volvamos otra cosa Elizabeth.

-Concuerdo con usted cardenal, aunque no somos nada ortodoxos, ¿Aceptarías hacer esto de ahora en adelante? ¿Te volverás nuestra novia? -Papa no estaba seguro con que palabra describiria su relación.

-Acepto. -Respondió Elizabeth con voz firme. -Y más les vale que me traten bien.

Los dos asintieron y prometieron ponerles más cuidado a sus acciones.

-Ahora diganle a Ivy que prepare el baño, quiero que me den un masaje.

Ambos obedecieron, Ivy al ver la escena no pregunto nada solo entró y abrio la llave para llenar la tina y puso algunas sales relajantes en el agua.

Después de un momento Papa le pidió a Ivy un poco de fruta para Elizabeth y agua.

Minutos después se metieron los tres al agua, los dos lavaron con cuidado el cuerpo de Elizabeth, y ella se dedicó solo a disfrutar de las atenciones que recibía, tomaron una copa de vino y luego se prepararon para dormir.

-Eli -Le llamaron al mismo tiempo.

-¿Qué pasa? -Volteó a mirarlos mientras continuaba secando su cabello.

-¿Puedes dormir en medio de nosotros? -Sus caras de felicidad eran indescriptibles.

Quizá Elizabeth no era una persona muy expresiva la mayor parte del tiempo, pero realmente amo que fueran tan apasionados y rudos en la cama, pero fuera de eso eran de lo más tiernos y sensibles, además del hecho de dejarse mandar por ellos.

-Claro que sí. -Dijo Elizabeth sonriendo levemente y caminó hacia la cama.

La abrazaron y durmieron, sus más grandes fantasías ahora hechas realidad.

FIN

Ardiendo en el deseo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora