Capitulo 27

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-¡Esa mujer me quemó! -Gritó cuando Elizabeth se tambaleó hacia atrás y chocó contra un gran árbol.

-¡Qué estás esperando, dispárale! -Gritó mientras el hombre empuñaba su arma.

Elizabeth levantó la palma de la mano y un gran bola de fuego la rodeó, el hombre gritó y Elizabeth aprovechó ese momento para salir disparada hacia la noche helada.

Papa se sentó entre la profanación dentro de su habitación, no se había molestado en recoger nada y le había ordenado a Ivy que no tocara ningún objeto y que no estuviera fuera de lugar, se sentó con el puño en la mandíbula, al hacer eso salto por el dolor de su puño, se dió cuenta que ya estaba borracho, desde hace rato que miraba fijamente al fuego y sorbia lentamente su whisky.

Un entumecimiento vacío se había apoderado de él desde que le llegó la noticia, se negaba a pensarlo pensando que lo llevaría a expresarlo y expresarlo lo hizo real, luchó contra todos los impulsos de su cuerpo para ponerse de pie y hacer más daño.

Luchaba contra todos los impulsos de correr hacia la puerta y golpear con los puños la pared invisible que lo atrapaba, rogando por su liberación, seguía luchando contra todos los impulsos de no arrojar el retrato al fuego, el retrato cuyos ojos cafés ahora lo miraban con furia.

Suspirando, arrojó otra página de Colinfirth al fuego, Papa saltó cuando un suave golpe sonó en su puerta.

Gruñó, sorprendido de que quien quiera que estuviera afuera lo escuchara, apareció la hermana Amelia, sin molestarse en cerrar la puerta detrás de ella mientras entraba en la habitación, sus manos estaban entrelazadas alrededor del Grucifix que colgaba cerca de su ombligo, y sus ojos estaban rojos.

-¿Tú pediste que viniera, Papa? -Preguntó ella, en voz baja.

-Sí. -Papa respondió respondió, sin apartar los ojos del fuego frente a él, la hermana Amelia lo miró, sus dedos acariciaban nerviosamente su colgante.

-¿Está ella muerta? -Susurró, con torpeza cerrando los ojos la hermana Amelia inhaló profundamente mientras Papa esperaba su respuesta, sus labios eran una línea apretada mientras ella entrecerraba los ojos.

-Si, lo siento mucho Papa, pronunció, su rostro se contorsionó cuando Papa dejó escapar un grito gutural.

-Dejame sólo y cierra la puerta. -Ordenó acaloradamente mientras Amelia salía disparada de la habitación.

En su lugar apareció el padre nihil, parecía cansado y preocupado mientras se acercaba pesadamente a su hijo.

-Hijo mío, lamente mucho escuchar esta noticia. -Comenzó, poniendo su mano sobre el hombro de Papa, y el salió disparado hacia nihil, mirándolo.

-¿Perdón? Fuiste absolutamente horrible con ella, y no hiciste nada para salvarla. -Papa lo acusó duramente, el padre nihil continuó como si no hubiera hablado.

-Debes pensar en el valle, es de suma importancia que permanezcamos inmóviles en esta agitación personal, y no debés golpear ala gente. -Dijo nihil, Papa puso los ojos en blanco cuando apareció el cardenal.

-Ahórrese el aliento, cardenal yo no deseo saber nada más de lo que comparte. -Papa dijo mientras colocaba su mano sobre el manto.

-Independientemente de su dolor, debe ser una figura decorativa de este acuerdo. -Copia se sobresaltó, Papa negó con la cabeza.

-No quiero. -Sus palabras flotaron en el aire que parecía haber sido robado de la habitación, el padre se quedó boquiabierto.

-¿Qué? -Pronunció, con el ceño fruncido.

Ardiendo en el deseo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora