Capitulo 2:

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—Mi señor, los hipogrifos y los Aurores están listos para el paseo por las calles —informó Severus, acercándose a Tom Riddle padre.

—¿Paseo por las calles? —Ginny se volvió de inmediato hacia ellos, con los ojos brillantes de la emoción.

—Un pequeño regalo de cumpleaños de mi parte —sonrió su padre. Ginny chilló emocionada.

—No creo que esto sea seguro —murmuró Bellatrix hacia su esposo, en un tono preocupado.

—¡Ya hablamos de esto!

—Concuerdo con mi madre —intervino Tommy—. Padre, es muy peligroso que mi hermana deambule por las calles...

—No irá sola —cortó el mayor, lanzándole una dura mirada—. Estará acompañada de nosotros, con mis tres Mortífagos más fieles cuidándole la espalda y rodeaba de muchos Aurores más, que mantendrán a raya a la gente.

—Por favor, basta. No quiero que hoy hayan discusiones, es mi cumpleaños —dijo Ginny, en un tono suplicante del cual su familia no podía resistir.

—¡No discutimos, pequeña! —sonrió de nuevo Tom—. Solo conversábamos, pero si seguimos conversando entonces perderemos el bonito día para salir de paseo.

Tom entró al castillo de nuevo, con su hija de la mano y seguido de Snape, Dolohov y Rosier. Bellatrix y Tommy intercambiaron miradas preocupadas y, sabiendo que no tenía más opción, los siguieron.

Ahora Ginny se sentía más que emocionada, y no pudo parar de sonreír en ningún momento, ni siquiera cuando se montó en su hipogrifo más fiel, Maurus. Cuando sus demás familiares se montaron en sus respectivos hipogrifos, se dirigieron hacia las grandes puertas principales del castillo, en donde iniciaban los muros que desde siempre habían rodeado a Ginny.

Tal y como una montadora experta en hipogrifos, Ginny cabalgó con elegancia apenas las puertas se abrieron, encabezando la marcha. La calle estaba cercada por muchos Aurores y algunos Mortífagos que ayudaban a que la gente no cruzara el límite. Todos los habitantes de la Villa Riddle sonreían y saludaban a su princesa, que estaba gustosa de regresarles esos gestos de buena voluntad.

Ginny observaba, mientras avanzaban, cada una de las casas y comercios que pasaban para poder grabárselos en su mente y nunca olvidarlo. Aunque ahora tenía la idea de que su padre la dejaría salir más a menudo. Todo a su alrededor se veía tan bonito y pintoresco, y las personas la recibían de forma tan cálida que Ginny no paraba de sonreír y saludar. Ya para ese punto tenía entumecidas las mejillas, pero poco le importaba.

Con la mitad del camino recorrido, Severus y Rosier, también montados en sus propios hipogrifos, se adelantaron a la princesa para guiarla en el camino. Cruzaron a la izquierda, hacia una plaza, y la gente comenzó a lanzarle rosas de nuevo. Ginny rió.

En una de las esquinas de la plaza, Ginny vio a una pequeña niña, de no más de siete años, que intentaba abrirse paso entre las muchas piernas de personas que le tapaban el paso. Cargaba una rosa roja en una mano, y movía frenéticamente su brazo libre para hacerse notar por ella.

Ginny no resistió, y mandó a su hipogrifo a que se detuviera. Sus padres y hermanos, que iban detrás, la miraron sorprendidos, también deteniéndose. Cuando Ginny se bajó de Maurus, Severus la imitó y se apresuró a cerrarle el paso, porque las personas cercanas querían acercársele.

—Princesa, le suplico que vuelva a su hipogrifo —le dijo Severus, mirándola con dureza.

Ginny frunció el ceño.

—¿Disculpe? ¿Y quién se cree usted para decirme lo que debo hacer?

—Princesa, por favor...

—¡Ginny! ¿Qué sucede? —intervino Tom, cabalgando hacia ellos.

Paredes de Mentira [Harry y Ginny]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora