Capitulo 6:

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Ginny cruzó a la izquierda en el siguiente pasillo, y como estaba corriendo, los tacones le patinaron sobre la alfombra. Los Mortífagos que la custodiaban, y que corrían detrás de ella pisándole los talones, intentaron ayudarla, pero la pelirroja no dejó que lo hicieran, y siguió corriendo porque ya llegaba tarde.

—Correr no hará que llegue más rápido, sino menos presentable —comentó Severus, que iba de último en el grupo, mucho más lento que sus compañeros, y que la propia Princesa.

—Disculpe que se lo diga, señor Snape, pero no quiero que hable ahora —gruñó Ginny, levantándose con dificultad la falda del vestido para correr con más rapidez.

Snape guardó silencio, por lo que Ginny se sintió más tranquila de seguir su camino. En varias ocasiones casi chocó con algunos elfos domésticos que desempolvaban los corredores, pero estos rápidamente desaparecían con su magia, para que la Princesa no se enojara con ellos por retrasarla. A Ginny no le importaba en lo más mínimo eso, y mientras el sudor frio bajaba por su frente y su espalda, se detuvo al pie de las escaleras de una Torre.

Miró hacia arriba, soltando un quejido, porque aún le quedaba un buen tramo de escaleras en forma de caracol por recorrer. Los Mortífagos que la seguían, a excepción de Snape, copiaron sus acciones, porque estaban muy cansados para continuar. Sin embargo, Ginny sabía que llegaba tarde, y no podía retrasarse más, así que comenzó a subir las escaleras. Los demás, sin opciones, la siguieron.

Ginny jamás había llegado tarde a ningún lado. Una de las bases de sus enseñanzas en buenos modales había sido la puntualidad —además de caminar con tacones y la sonrisa amable que siempre debía mantener—. Ella sabía que debía de haber una primera vez, pero... ¿Por qué tenía que llegar tarde ese día? ¿Tenía que quedarse dormida? ¿Por qué no esperó hasta la noche para eso?

«Demonios y más demonios...» pensó, mientras se le acababa el aire.

Cuando ya faltaban unos pocos escalones por subir, Rosier, que iba casi detrás de la princesa, se resbaló y cayó, golpeándose la cara contra un escalón. Como todo pasó tan rápido, Dolohov, que iba detrás de él, se tropezó con el cuerpo de su amigo y cayó encima de él, creando una especie de efecto dominó que atrapó también a Mulciber y al otro Mortífago. Todos acabaron tirados unos encima de otros, en las escaleras.

Snape fue el único que no se cayó, y en cambio los miró con una mueca de desprecio en el rostro.

—Son todos patéticos —volvió a comentar, en un tono a juego con su expresión.

—¿Están bien? —preguntó Ginny, que ya estaba en el rellano de las escaleras.

—Llegue a su clase, Princesa, estos estarán bien —respondió Snape, pateando la pierna de Mulciber y haciendo que este gritara de dolor.

—¡Ay! ¡Esa fue la pierna que me lastimaron ayer! —exclamó, removiéndose adolorido encima de Dolohov, porque allí había caído.

—No es mi culpa que El Rey te haya castigado por tu atrevimiento —respondió Snape, en un tono brusco.

Ginny asumió que estarían bien, pese a todos los murmullos y quejidos que lanzaban los Mortífagos en el suelo, así que se volvió hacia la puerta de madera barnizada. La única que había en el rellano. Se aliso la falda de su largo vestido, se peinó rápidamente el cabello con las manos, y suspiró. Con lentitud, giró el pomo de la puerta y entró.

En aquella torre, se utilizaba un único salón, que era amplio y estaba prácticamente vacío. Siempre permanecía bien iluminado, con las cortinas abiertas dejando que los rayos del sol se filtraran en cada esquina. Al fondo del pasillo, había una chimenea apagada, y frente a ella una mesa de madera con dos sillas. Una de esas, era ocupada en ese momento por su profesora, o instructora.

Paredes de Mentira [Harry y Ginny]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora