Capitulo 10:

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—No creí que llegarías tan puntual —comentó Ginny, cerrando la puerta de su habitación detrás de sí.

—Soy muy puntual, Pelirroja —contestó Harry, levantándose de la cama de Ginny, pues había estado acostado allí.

—¿Trajiste lo que te pedí?

—Por supuesto.

Harry levantó una mochila del suelo, que estaba al pie de la cama, y la dejó encima de esta. Mientras Ginny se acercaba, él la abrió y sacó algunas prendas de ropa de color negro, zapatos y lo que parecía un montón considerable de mechones de cabello negro, todos juntos y un poco desordenados. Luego, cuando Harry levantó esto último y se la mostró, Ginny se dio cuenta de que era una peluca.

Las personas de la nobleza en la que había crecido, en especial las mujeres, se esforzaban en que su cabello fuera largo hasta la cintura, además de brillante y bonito a la vista. Era como un estándar de belleza tener una larga cabellera atractiva, y como algunas no podían conseguirlo naturalmente, recurrían secretamente a ese invento muggle. Las pociones y soluciones mágicas solían tener demasiadas consecuencias, como para ser viables.

—Como te dije, todo el mundo mágico sabe cuál es tu aspecto —comenzó Harry—, así que te conseguí esta peluca muggle. Para que se viera más real tuve que hechizarla un poco, y para tu fortuna, logré que además fuera transformable, es decir, que puedes tener diferentes peinados o estilos con ella puesta.

Ginny observó la peluca desde todos los ángulos posibles, intentando detectar que algo no estuviera bien, pero se veía como cabello natural. Su cabello pelirrojo era lo que más la caracterizaba, y por eso resultaba tan fácil de reconocer; si se ponía la peluca, estaría un poco más que irreconocible.

—Nunca he usado una. ¿Cómo se pone? —le preguntó a Harry, un poco preocupada.

—Es fácil, vi las instrucciones de la bolsa que venía con esta.

Harry dejó a un lado la peluca y se acercó a Ginny, hasta estar cara a cara con ella; a continuación, tomó con delicadeza su cabello, pasando sus manos por ambos lados de su cara, y lo recogió en una coleta solo sostenida por sus manos, que fue enrollando hasta formar un moño improvisado. Ginny se quedó congelada en su puesto, observando nerviosa como el rostro de Harry volvía a estar tan cerca del suyo. Él no la miraba, pues estaba concentrado en su cabello, pero Ginny vaya que si lo hacía, y con mucha atención. Tal vez tanta o más de lo que debería, como para notar que Harry se mordía la lengua cuando estaba en un estado de concentración alto.

—Así te recoges el cabello y te colocas encima la peluca, que ella hará el resto del trabajo, ¿Entiendes? —dijo Harry luego de unos segundos, y la miró.

Ginny de inmediato bajó la mirada.

—Entiendo —contestó en un tono nervioso.

Harry sostuvo el moño improvisado que hizo en el cabello de Ginny con una sola mano, y observó mejor el resultado.

—Si la peluca no cubre todo bien el cabello, haremos un hechizo y ya —dijo, sin darse cuenta de que Ginny estaba tan roja como un tomate. Tampoco parecía reparar en lo nerviosa que la ponía con su cercanía, y ella lo agradecía, porque entonces comenzaría a actuar de forma coqueta.

—¿Qué más trajiste? —preguntó la pelirroja, separándose de él.

—Claro... —Harry soltó su cabello, dejando que el moño se desatara y volviera a caer con libertad en la espalda de la pelirroja, y se volvió hacia las prendas de ropa junto a la mochila, encima de la cama—. Sé que lo único que tienes son vestidos y tacones, porque lo vi con mis propios ojos, así que tomé un poco de ropa y unos zapatos prestados.

Paredes de Mentira [Harry y Ginny]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora