Capitulo 12:

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—...no sé por qué mi padrino está tan paranoico últimamente —decía Harry, mientras disfrutaba de su barquilla—. Me pregunta demasiado sobre lo que hago durante el día, pero por suerte aún nadie se ha dado cuenta de mis ausencias en la noche. Ya te dije que soy muy bueno en eso.

—Ajá —contestó Ginny, distraída, y jugando con su helado de vaso, sin comérselo. El vasito ya se estaba llenando de crema que antes era helado, pero se descongeló.

—Aunque creo que Hermione sospecha algo. Ella me conoce como nadie; es mi mejor amiga en el mundo. A lo mejor ha notado que sonrío demasiado, y me quedo mirando al vacío muy a menudo, pero eso es porque intento pensar en qué lugares debo llevarte en la noche.

Ginny esta vez no respondió, y se quedó mirando el helado descongelado en su vasito.

Estaban sentados en la heladería de Florean Fortescue, en el Callejón Diagon, comiendo algunos helados aprovechando que Harry tenía mucha confianza con el dueño, y les rebajó los precios. Harry ya le había mostrado todo el callejón ese lugar, cómo se entraba, qué tiendas había, qué vendía cada una, y aunque le pareció muy fascinante y bonito, no había podido concentrarse demasiado en el recorrido, por las cosas que estaban sucediendo en el Castillo. Lo peor para ella venía después, cuando recordaba que la noche avanzaba y la tortuosa actitud de su madre se repetiría.

Harry no tardó en darse cuenta de su extraña actitud silenciosa, y preguntó:

—¿Estás bien?

—Sí, ¿Por qué? —contestó Ginny, enderezándose en su puesto.

—No sé, porque tal vez hayas estado jugando con tu helado todo este tiempo, porque no te has sorprendido mucho cuando entramos y vimos las tiendas del Callejón Diagon... Todo esto me dice que no estás bien. ¿Pasó algo durante el día?

Ginny suspiró, desviando la mirada hacia los pocos magos y brujas que paseaban por el Callejón Diagon. Según Harry le había explicado, por los problemas de dinero que tenían muchos dueños, debían abrir sus negocios de día y de noche, para intentar solventar los gastos —aunque igualmente no les alcanzaba—, y por eso había tanta actividad de noche. Las tiendas más visitadas eran la de Quidditch, la librería y, por supuesto, la heladería.

Como no había nada de extraño en una pareja de adolescentes disfrutando un helado, nadie les prestaba mucha atención, y menos cuando Ginny no parecía Ginny, con su peluca de color negro.

—¿Y? ¿Me dirás que te pasa? —insistió Harry, que ya estaba comiendo el cono de galleta de la barquilla.

—Bueno... —Ginny regresó a la realidad, porque su mente se había desviado un poco del tema—. Es que no tuve un buen día.

—¿Por qué?... Claro, si quieres contármelo.

—Quiero hacerlo. No tengo a nadie más a quien contárselo que sea de confianza.

Ginny se dio cuenta de que Harry estaba sonriendo mucho más, sin embargo no le prestó tanta atención, y pensó rápidamente en la forma en la que plantearía su problema.

—Digamos que mi hermano tenía razon al decir que mi madre se transformaría —empezó, con cierta dificultad—. Esta mañana me despertó muy temprano, fue a mi habitación con una tropa de elfos para limpiarla y desempolvarla, incluso desechó algunas decoraciones, sin siquiera preguntarme si quería deshacerme de ellas. También me está empezando a obligar a seguir un horario de actividades que ella siempre va a organizar, y tampoco puedo hacer lo que quiera.

—Eso es horrible...

—Y si no hago todo lo que ella me ordena, y me comporto como una dama, me dejará por varios días encerrada en las mazmorras del castillo.

Paredes de Mentira [Harry y Ginny]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora