Capitulo 38:

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—¡Vamos, Adhara! —exclamó Lucía emocionada, jalando la mano de la mencionada—. ¡Vamos a ver la tienda de Quidditch! Después podríamos ir a la de caramelos.

—Ve mas despacio, Lu —sonrió divertida Ginny—. James ya se quedó atrás.

—¡Es porque es muy lento! ¡Parece una tortuga!

—¡Te escuché! —exclamó Harry haciéndose el ofendido, mientras intentaba seguirles el paso, pero era muy difícil con el Callejón Diagon tan concurrido aquella noche—. Pero si tienes que ir mas lento. Visitaremos todos los lugares que quieras.

Ginny asintió de acuerdo.

Lucía, de igual forma estando emocionada, siguió jalando a Ginny y esta vez haciendo lo mismo con Harry para que no volviera a quedarse atrás. A los jóvenes no les quedó de otra mas que mirarse y dejarse llevar entre risas.

Aquella noche, dos días después de haber recibido el nuevo año, Harry y Ginny de nuevo salían con Lucía del pueblo de la barrera. Ya lo habían hecho antes, a la noche siguiente de navidad como le habían prometido, la llevaron a distintos lugares del Londres muggle que ella sintiera curiosidad. Lucía está eufórica en Piccadilly Circus, el Big Ben le encantó y no paró de hablar sobre ello durante esos días, también pasaron por el puente de Londres y se infiltraron con ayuda de la magia en la Catedral de San Pablo —de esto Hermione no tenía conocimiento—.

Había sido una noche bastante divertida, aunque se llevaron muchas miradas extrañadas ya que eran unos simples jóvenes, de no mas de veinte años, acompañando a una niña y protegiéndola como si fueran sus padres. Pero por supuesto, no les interesó. Lo único importante es que Lucía se había divertido como nunca.

Ahora estaban haciendo otra salida, pero esta vez al Callejón Diagon. Para ello tomaron ciertas medidas de seguridad, como siempre tener a la mano sus varitas, Harry también tuvo que modificar un poco su imagen debido a que aún habían unos cuantos carteles en el callejón con un retrato suyo, llevando debajo la palabra «Se Busca» —su cabello ahora era rubio y se coloco lentes de contacto muggles—. La Orden estuvo negándose bastante a dejar que Harry y Ginny salieran al mundo mágico con Lucía, sabiendo que podían encontrarse con aurores, pero tanto los chicos como los señores Stevenson lograron convencerlos de que todo saldría bien. Ginny, además, con su título de princesa colocó una excusa para que esa noche los aurores no estuvieran merodeando el Callejón Diagon.

Aquella salida era bastante importante para Lucía, porque ya con sus casi diez años, sus padres le habían permitido tener una varita. La Orden movió cielo y tierra para conseguir hablar con el señor Ollivander, que era el encargado de proporcionarle varitas a los rebeldes en secreto, y este los había citado a su tienda en el Callejón Diagon, donde le haría probar a la niña su primera y posiblemente única varita de toda su vida.

Aun faltaba un poco para la hora acordada, así que Lucía pensó que podrían matar el tiempo en la tienda de Quidditch y después en la tienda de dulces.

—¡Mira, Adhara, James! —exclamó la niña, deteniéndose frente al mostrador para ver una nueva edición de la Saeta de Fuego tradicional que tanto Ginny como Harry poseían—. ¡¿No les gustaría tenerla?!

Harry se inclinó para leer la tarjeta de presentación de la escoba e hizo una mueca.

—Solo le aumentaron la velocidad y otras cosas sin importancia. ¡Carajo! —Con aquella grosería Ginny lo golpeó en el hombro.

—¡Está Lucía presente!

—Perdón... —Harry miró mal a la niña, que se reía de él—. Pero es que cuesta casi mil galeones. ¡¿Cómo puede costar eso una simple escoba?! ¡La Saeta de Fuego que te compré solo costaba ochocientos, como las Saetas normales!

Paredes de Mentira [Harry y Ginny]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora