Capitulo 32:

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«Malditos sean los lunes» pensó Ginny, apenas el sueño se le fue y tuvo que abrir los ojos.

Sentía un fuerte dolor de cabeza, y ardor en los ojos, sin mencionar lo que sentía en el resto de su cuerpo, que debía tener unos cuantos otros moretones que antes no habían visto.

Ginny sabía que aquel era una de las peores mañanas de su vida. Su cuerpo estaba tan molido que podía pensar que se había caído de su escoba en pleno vuelo por encima de la Villa. Pero no, solo había tenido una batalla mágica la noche anterior, había bebido un poco —mucho— de hidromiel combinado con algo de Whisky de Fuego y no había dormido absolutamente nada.

Hermione le había tratado algunos golpes y heridas superficiales, pero el golpe que se había dado en la cabeza lo tuvo que curar Winky, una vez que llegó al castillo. La elfina había estado bastante preocupada mientras curaba la herida, porque se veía algo mal y alrededor de la misma se había secado un poco de sangre. Lo mejor habría sido que apenas Ginny hubiera estado a salvo, se tratara el golpe para evitar inconvenientes, pero eso delataría que estaba usando una peluca, ademas de que los miembros del ED no se apartaron de ella en ningún momento, dispuestos siempre a mantener una conversación, aunque Ginny se estuviera ahogando en un dolor de cabeza.

Winky había hecho milagros al curarla, y todos sus esfuerzos habían dado frutos, mas sin embargo, no podía evitar el dolor de cabeza en Ginny.

Por suerte, la elfina llegó bastante temprano a la habitación de la pelirroja ese lunes, para ayudarle con la herida. También debía ayudarla a vestirse, porque Ginny no podría poner ninguna excusa para no seguir con su rutina habitual. Se vería bastante sospechoso que la princesa se sintiera indispuesta al día siguiente de un robo a gran escala, por parte de la rebelión. O al menos así pensarían Bellatrix, Pansy y hasta el mismo Snape. Para prevenir futuros inconvenientes, Ginny prefirió seguir con su vida, como si no supiera nada.

Mientras se daba un baño, Ginny iba conversándole a Winky sobre los detalles menores del robo, y también lo que había pasado posterior a este:

Luego de que las horas en la madrugada avanzaran, y las celebraciones del Ejército de Dumbledore se fueran mermando, toda la atención comenzó a centrarse en lo que habían robado, que no había sido poco. Ginny, Harry, Ron y Hermione se encargaron de repartir las joyas y el dinero de forma equitativa entre todos los miembros, dejando aparte lo suficiente para darle al pueblo de la barrera. Como Ginny no necesitaba el dinero, decidió disolver su parte con los demás. Harry solo la obligó a quedarse con una pulsera y un anillo que él mismo había tomado de la mansión Flint, porque eran regalos de su parte —Harry había bromeado diciendo que ese era el anillo de compromiso momentáneo, hasta que fueran mayores y él pudiera darle un anillo de compromiso real—.

Para hacerle llegar esos galeones y joyas que habían robado a la Orden, sin que sospecharan de ellos, pusieron todo en pequeñas bolsas encantadas y las dejaron —siendo invisibles— a la puerta de la madriguera, con una carta que fue redactada por Seamus, ya que su letra no era conocida por los miembros de la Orden, y tampoco se pasaba demasiado tiempo en el pueblo de la barrera. Molly casi se desmaya cuando encontró las bolsas y vio su contenido. Arthur, por ejemplo, casi sufrió de un infarto. Claro, algunos miembros de la Orden, como Sirius, Remus, Tonks o incluso Bill y Charlie, dudaron de la procedencia del dinero. Dijeron que podía ser oro leprechaun —galeones falsos—; Remus comentó que podía ser una trampa y algún veneno o bomba se escondía en el interior de las bolsas. Pero estas teorías fueron probadas y desmentidas de inmediato. Eran galeones y joyas reales, y no había nada peligroso entre las bolsas.

Al final, consiguieron la carta que había escrito Seamus, y pese a que eso acarreó mas desconfianza, Sirius terminó ordenando que se quedaran con el dinero.

Paredes de Mentira [Harry y Ginny]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora