No puedo acostumbrarme ☆

1.3K 89 2
                                    

Me bajé del autobús frotando mis manos, tratando de darme un poco de calor, pero era en vano. El frío calaba cada fibra de mi delgado cuerpo.

Me abracé a mi mismo como consuelo por la falta de abrigo, un vil engaño a mi ilusa mente, como cuando tienes hambre y no tienes para comer, pero engañas a tu mente con algunas chucherías que no te alimentan para nada, pero te sacan del paso.

Solté un suspiro agobiado mientras comenzaba a caminar por las desoladas calles del barrio.

Se podría decir que la zona donde vivía era bastante peligrosa.

No

Alto riesgo.

La zona donde estaba mi lugar, era malditamente peligrosa.

Desde robos hasta quedarte sin una mano si te niegas a entregar tus pertenencias. Para mí "suerte" si es que esa es la palabra correcta, había vivido toda mi vida aquí, así que en ese momento me sentía privilegiado de poder caminar tranquilamente. Ventajas de ser conocido, o más bien, no se animaban a tocarme por temor a mi padre.

"Como si yo le importara"

Saqué el móvil del bolsillo de mi maltratado abrigo para chequear la hora, suspire calmado al darme cuenta de que estaba llegando temprano. Cuando divisé el parque que se encontraba cerca de mi casa, decidí desviarme de mi ruta principal.

Quizás un poco de aire fresco me haría despejar un poco la cabeza, no importaba el frío en este momento si podía tener una pizca de paz y tranquilidad.

—¡Ey! —gritó a modo de saludo uno de los chicos que se encontraba junto a un grupo en el centro del parque. Eran algunos de los muchachos del barrio, conocía a la mayoría de ellos.— ¿Te quieres unir?

En otro momento hubiera dicho que sí, siempre era bueno juntarse a pasar el rato, pero no estaba de ánimos.

—En otro momento—grité como respuesta sin detener mi paso al mismo tiempo que levantaba mi pulgar como agradecimiento por la invitación. Los chicos me dieron un saludo al estilo militar, algo muy común entre ellos.

Me deslicé en uno de los bancos de cemento del lugar mientras comprobaba la hora nuevamente.

Los últimos meses estaban siendo realmente difíciles de llevar, sentía que la cuerda que me tenía totalmente amarrado, me asfixiaba cada día un poco más.

¿Hasta cuándo? No tenía ni puta idea, pero esperaba y deseaba con todo mi ser, romperla antes de ser ahorcado.

Bufe molesto e irritado mientras me pasaba ambas manos por mi frío rostro, las cosas estaban poniéndose pesadas y mi fuerza de voluntad iba cayendo en picada, no recuerdo cuando fue la última vez que mi optimismo se vio afectado de tal manera, pero joder, ya no tenía ni ganas de poner una puta sonrisa falsa.

Separé mis piernas para poder colocar mis codos sobre mis rodillas y luego tirar mi cabeza hacia abajo. Al cabo de unos minutos después, en mi campo de visión aparecieron unos gastados borcegos con una plataforma importante.

—¿Cómo carajo haces para caminar sobre eso?—pregunté señalando sus pies. El se encogió de hombros.

—Hola a ti también.

Champ Tharnosaw, era tan guapo, como sarcástico. Este chico no andaba con rodeos. Lo conozco desde que tengo memoria, desde que era un niño asustadizo que se escurría de lugar en lugar buscando un poco de comida y abrigo, luego creció y se convirtió en un hombre seguro de sí mismo y por donde el pasará, créanme, irradiaba libertad pura. Libertad que le había costado mucho conseguir.

Caer en tu sonrisa - SONRÍE 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora