Me tienes atrapado ☆

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Kim

Comprobé, una vez más, que todo estuviera listo y me encaminé rumbo a la biblioteca donde se encontraba Porchay.

Me detuve en el marco de la puerta y después de apoyarme en él, me dediqué a observarlo. Estaba totalmente ensimismado en lo que hacía. Sus dedos se movían ágilmente sobre el teclado del ordenador mientras succionaba el labio inferior en completa concentración.

—¿Me estás espiando, P'Kim ? —preguntó acusadoramente sin mirarme. 

 No recuerdo cuándo fue la última vez que me llamó de esa manera, pero era entendible, ya que en los últimos días, Porchay no la pasó bien y su estado anímico decayó notablemente.

Avancé unos pasos hasta apoyarme en el escritorio a su lado.

—Hola —Porchay levantó la vista y sonrió un poco—. Te estaba buscando, ¿acabaste?

—Acabo de enviar mi último trabajo —comentó cerrando el portátil—. Solo me faltaba ese para estar al día con mis clases.

—Eso está bien.

Porchay asintió antes de ponerse de pie y posicionarse entre mis piernas, deslicé las manos alrededor de su estrecha cintura, evitando rozar su herida. 

—Sí, estoy listo para regresar al campus la próxima semana —comentó, pasando los brazos por mis hombros. 

 —¿Estás seguro? —pregunté algo dudoso, él no parecía estar en condiciones para volver, pero no era algo que fuera a decirle. 

—Sí, también voy a volver a la cafetería —fruncí el ceño—. He hablado con Neo y me dijo que puedo regresar al bar cuando deseé, pero me daré un tiempo fuera por esos lados. 

—Chay... —estuve por objetar, pero antes de empezar a enumerar los motivos por los cuales debía considerar la opción de dejar de trabajar, me mordí la lengua porque sabía que él no lo aceptaría así que con toda la renuencia que poseía, me limité a decir—: de acuerdo, lo que decidas hacer estará bien, pero no quiero que te exijas, llévalo con calma.

Porchay asintió y se inclinó para darme un ligero beso. No era lo que quería decir, cada parte de mí luchaba por pedirle que dejara de trabajar, que no tenía que hacerlo cuando lo había hecho durante mucho tiempo y desde pequeño, pero no era yo quién le impediría tomar sus propias decisiones. 

—Entonces ¿me estabas buscando? —preguntó, cambiando de tema. 

 Él no era tonto y sabía lo que yo estaba pensando al respecto. 

 —Sí. Tengo una sorpresa para ti. 

 Porchay desvió la mirada hacia abajo, parecía un poco renuente a mi anuncio, luego levantó la cabeza y me miró apenado. 

—¿Tiene que ser en este momento? Ya es un poco tarde y no estoy de ánimos para salir —claro que no estaba de ánimos, de hecho, no lo estaba desde hace días.

—No tenemos que salir, la sorpresa está aquí —anuncié, enderezándome y tomando su mano—. Solo será un momento y luego puedes subir a descansar ¿eso está bien para ti? 

Porchay parpadeó pesadamente, el cansancio se veía reflejado en su hermoso rostro. Tiré de él hasta envolverlo en un caluroso abrazo, Porchay  se aferró a mis hombros y descansó la cabeza en el hueco de mi cuello.

 Permanecimos así un largo momento, era como si él no quisiera separarse de mí, como si aferrarse a mi cuerpo lo hiciera sentirse protegido y me pregunté: 

¿Cuándo terminaría de entender que ya no estaba solo? 

En toda su vida abundó el maltrato y el desamor, y ahoar su dignidad habia sido pisoteada era comprensible que se sintiera de esta manera. Porchay estaba en una especie de rehabilitación emocional, como si su padre fuera una droga que debía expulsar de su herido corazón. Él estaba en la etapa de desintoxicación, la fase más crucial.

Caer en tu sonrisa - SONRÍE 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora