Kim
Era domingo por la mañana y yo me encontraba atascado en mi despacho con la organización para el evento de beneficencia que la firma realizaba cada año.
Cortesía de Vegas, estaba cargando con la elección de algunos detalles que si bien, podían ser verificados por Mónica, pero el hijo de puta insistió en que deberíamos hacerlo nosotros.
Abrí el correo electrónico dónde estaban las tarjetas de invitación, solo tenía que escoger una y listo, no parecía ser difícil en lo absoluto.
Mis palabras se quedaron atoradas camino a mi garganta cuando más de 100 tarjetas, totalmente distintas, aparecieron en la pantalla.
¡Joder! Esto tiene que ser una broma.
Tenía mejores cosas que hacer, como llevar a Porchay a almorzar y, sin embargo, tenía aplastado mi trasero, despotricando en contra del maldito Vegas y sus desplantes sin sentido.
Estaba listo para elegir una al azar y terminar con esta tortura, cuando una discusión proveniente de la sala de estar, llamó mi atención.
—¡No lo haré! Así que déjame en paz —exclamó Kinn, interrumpiendo en mi despacho.
Su semblante se veía mortificado mientras se sostenía la cabeza, como si estuviera a punto de estallar por una causa y esa causa, sin dudas, se llamaba Porchay Tinnasit.
—¿Por qué no? —Porchay se deslizó dentro del despacho con toda la templanza del mundo—. No tiene nada de malo.
—¿Dices que no tiene nada de malo? ¡Por Dios! Eres un ridículo —vociferó, sin poder creer lo que Porchay decía.
—Tranquilízate, amorcito, lo hago por tu bien —dio un paso adelante para tratar de abrazarlo, pero Kinn parecía demasiado cabreado.
Una discusión, que no entendí, estalló en el lugar. Miré de un lado a otro tratando de descifrar el motivo de tal espectáculo. Porchay se veía sereno, demostrando lo poco que le importaban las quejas de Kinn, además, se veía malditamente hermoso con esos vaqueros rasgados y chaqueta de jeans, demasiado atractivo para mi buen juicio.
Moví los ojos y aparte la mirada, no era el momento para desviar mis pensamientos. Recuperando mi estabilidad, decidí que era un buen momento para intervenir antes de que las cosas se pusieran complicadas.
—¿Qué es lo que sucede? —llamé la atención, me apoyé en el respaldo de la silla mientras volteaban a verme.
Porchay me guiñó un ojo al mismo tiempo que Kinn lo fulminaba con la mirada.
—Sucede que este anormal —señaló a Porchay —. Se la pasa persiguiéndome por todo el maldito campus para obligarme a llamarlo "papi"
¡¿Qué?!
Giré automáticamente la cabeza en dirección a Chay quien puso una sonrisa inocente.
—No me mires así —se cubrió—. Este chico necesita mano dura.
Me tomé el puente de la nariz y por mucho que intenté enojarme ante sus ocurrencias, no pude hacerlo y puse todo de mi parte para no soltar alguna carcajada.
—¡Oh no! Tú no, Kim—me advirtió Kinn—. Ni se te ocurra festejar sus estupideces.
—¿Por qué no te calmas, amorcito? Estás haciendo un berrinche. A esto me refería con lo de mano dura —evidenció, dejando en claro su punto.
—Eres insoportable —Kinn trató de agarrarlo, pero Porchay fue más rápido y corrió a mi lado.
—Y tú un caprichoso —contraatacó con escasa madurez.
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Caer en tu sonrisa - SONRÍE 2
Romantizm¿Puedes ocultar un infierno bajo una pícara, encantadora y maliciosa sonrisa? Pues Porchay Tinnasit, puede hacerlo. O quizás eso pensaba. Aquí es donde entra Kim Satur, un hombre recto, de negocios, totalmente cerrado en cuanto al amor y sobre tod...