Fuegos artificiales ☆

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Kim

El estridente ruido de la lluvia, me tuvo abriendo los ojos de manera perezosa. Me removí entre las sábanas, justo a tiempo para agarrar su cálida cintura. 

Me puse de costado hasta apoyarme en mi antebrazo y con la otra mano me dispuse a acariciar su desnuda espalda. Una sonrisa tiró de mis labios al recordar lo que pasó la noche anterior.

 Estaba enamorado. ¡Joder! Estaba jodidamente enamorado.

Su cabello estaba esparcido sobre la almohada mientras que sus brazos estaban escondidos debajo de ella. Su piel pálida y llena de marcas que dejaban en evidencia la muestra de amor de la noche anterior, hicieron que mi polla saltara más que interesada ante semejante vista.

Quería despertarlo y tomarlo por el resto del día y la noche, quería hundirme en él y permanecer en su caliente canal por un tiempo indeterminado, pero verlo profundamente dormido, me hizo dejar mis pensamientos fogosos de lado para dejarlo descansar porque ver a Porchay dormir, era como ver un mismísimo ángel en el puto cielo.

Me incliné sobre él hasta depositar un beso en la curva de su espalda, luego levanté las sábanas para cubrirlo.

Seguramente, cuando despertara tendría hambre, por lo tanto, salí de la cama y me puse solo un pantalón de chándal para luego salir de la habitación sin hacer ruido. Cuando bajé las escaleras, recogí las bolsas que habíamos dejado en la entrada la noche anterior y me dirigí a la cocina.

Me preparé una rápida taza de café mientras pensaba qué infiernos cocinar. La cocina no era lo mío y solo hasta entonces me reproché el no haber traído comida preparada.

Con una taza de café en las manos y apoyando mi trasero en la mesada de madera, desvié la vista al ventanal de la cocina, la lluvia caía sin cesar y mis pensamientos se perdieron por un momento.

Había pasado un tiempo desde la última vez que estuve en este lugar. Y a pesar de que habíamos construido muchos recuerdos durante el pasar de los años, el único recuerdo que predominaba, era el más trágico.

Pueden pasar semanas, meses, años e incluso siglos, pero el asfixiante dolor de la pérdida, nunca será superado. Siempre permanecerá allí, incrustado en lo más profundo de tu alma porque echó raíces en tu corazón y están obligados a convivir. No discutas. No pelees. Solo ríndete ante él porque antes de luchar, ya habrás perdido la batalla. 

Y mi pelea había sido perdida incluso antes de prepararme para afrontarla.

Pero cuando unas delicadas manos se deslizaron por mi abdomen y unos impresionantes ojos llamaron mi atención, entendí que tenía otra batalla en mi vida y que esta vez, lucharía hasta ganarla.

—Hola —dijo con una sonrisa perezosa.

Dejé la taza a un costado para poder sostener sus caderas. Eché un vistazo a su cuerpo, en solo unos calzoncillos y mi camisa abierta, este niño parecía el pecado hecho en persona. 

—Hola —murmuré sobre sus labios—. ¿Te desperté? 

 —No, fue el sonido de la lluvia —su piel de porcelana se convirtió en mi perdición y cuando me incliné para pasarle la lengua por la clavícula, se retorció en mis brazos—. ¿Y qué hacías?

—Estaba por preparar el desayuno. 

 Porchay se separó abruptamente y luego soltó una carcajada. 

—¿Tú? ¿Cocinando? Oh, quiero ver eso —dijo entre risas.

 Fruncí el ceño y luego levanté las manos para bajarle la camisa, dejando sus hombros al descubierto.

Caer en tu sonrisa - SONRÍE 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora