Estás a tiempo☆

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Porchay

—¡Cielito! —exclamé cuando Mew abrió la puerta de la residencia Satur, me abalancé sobre él entrelazando mis brazos detrás de su nuca y mis piernas alrededor de su cintura—. Te eché de menos.

—Demonios, Chay, aunque estés todo flacucho sigues estando pesado—se quejó mientras me rodeaba la cintura con un brazo para sostenerme—. Después de todo, ¿Dónde carajos te metiste?

—Ahh, te preocupas por mí. Cualquiera que te escuchara diría que me extrañaste— lo molesté besando su mejilla.

Mew cerró la puerta con la otra mano y nos llevó a la sala aún conmigo sobre él.

—No seas baboso— me reí cuando me apartó la cara con la mano—. No te extrañé, pero es raro no verte molestando por aquí y por allá— era gracioso ver a mi amigo caminar con tanta facilidad aunque yo estuviera enroscado a su alrededor—Ya bájate, pareces una garrapata.

Me pinchó el costado en mis costillas lo que ocasionó que yo me soltara de golpe riendo por las cosquillas.

Visualicé a Kinn al final de la sala en una enorme mesa redonda donde tenía muchos papeles, que parecían ser planos.

—Hola, cariño —me acerqué a él.

Kinn me miró para luego fruncir el ceño, un gesto que me recordó tanto a su hemano. Si bien, físicamente tenían su parecido, en cuanto a carácter y gestualidad eran completamente iguales.

—¿Por qué estás desaparecido? —Bien, esa fue su manera de saludarme.

—Eso mismo le acabo de preguntar, pero se hace el misterioso—acotó Mew acercándose a la mesa—. ¿Algo para decir, Chay?

Mis amigos me escudriñaron esperando mi respuesta, parpadeé unas cuantas veces, tratando de borrar mi nerviosismo, no quería mentirles en la cara. Ya no más, pero aunque quisiera abrir mi boca y contarles mis miserias, no podía. Todo esto iba más allá de las intenciones que podría llegar a tener. Estaba atado de manos y pies, la elección no era propia.

Por su bienestar y por el mío.

—He estado estudiando mucho, ya saben—moví mis manos —. Exámenes por doquier y también está el trabajo en la cafetería, con decirles que no tengo tiempo ni para echar un polvo.

—Demasiada información—dijo Kinn con una mueca de desagrado.

—Vamos, como si tú y Porsche no hicieran cosas sucias todo el tiempo—sonreí malicioso cuando Kinn me fulminó con la mirada—. Lo mismo para ti y el principito—apunté a Mew.

—Chay—me advirtió.

Levanté las manos en señal de paz.

—Ya, no estoy diciendo nada que no sea cierto, ahora si me permiten...—señalé la cocina—: iré a preparar algo para comer mientras ustedes estudian. Aprovechen que tengo el día libre en la cafetería.

—Claro, porque tenerte jodiéndonos es algo muy divertido—dijo Mew con sarcasmo.

—Oye, ¿Acaso esa es una propuesta indecente? —me pavoneé seductoramente en su dirección—. Un trío tampoco suena como un mal plan.

Mew soltó un jadeo con una mueca de disgusto.

—Ni en tus mejores sueños —mencionó Kinn de manera implacable.

—Bueno, en mis mejores sueños podemos hacer otras cositas —con tu hermano, pensé, más no lo dije.

—Suficiente, no quiero escuchar las cochinadas que haces en tus sueños —Mew me dio un toque en el brazo—. Mejor haz algo productivo en la cocina.

Caer en tu sonrisa - SONRÍE 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora