Kim
La lluvia torrencial había decidido instalarse en la ciudad temprano por la mañana. Odiaba conducir cuando el clima estaba como loco, en realidad, detestaba la lluvia. Me traía malos recuerdos, y cada vez que escuchaba el chisporroteo de las gotas, un sentimiento de desagrado se instalaba en mi pecho.
A decir verdad, era un constante martilleo, una campana que me recordaba lo mierda de hermano que fui tiempo atrás, tampoco es que necesitara la lluvia para tenerlo en cuenta y traerlo al presente, era un vívido sentimiento que me acompañaba día tras día.
La lluvia solo era un tipo de alarma y yo solo quería que se apague, digo, puedo recordarlo por mi cuenta.
El tráfico estaba tranquilo teniendo en cuenta de que a esta hora empezaba el movimiento matutino. El semáforo en rojo me dio la advertencia para detenerme, eché la cabeza hacia atrás para apoyarme en el asiento, golpeé los dedos sobre el volante y comencé a hacer un repaso mental de todas las reuniones que tendría el día de hoy.
Un día largo y exasperante me esperaba por delante, la clienta del proyecto en el que estábamos trabajando, era un verdadero dolor en el trasero. Cuando creías que la teníamos total y finalmente convencida de algunos ajustes, ella llegaba con otra idea, y está bien, pero parecía no acabar nunca. Era un ida y vuelta constante.
Los bocinazos me hicieron volver la vista al frente para encontrarme con la luz verde, puse en marcha el vehículo y unos minutos después, ya estaba frente a mi edificio.
-Maldita sea -maldije cuando me di cuenta de que estacioné frente al edificio y no en su respectivo estacionamiento.
Elevé una plegaria para que mi sentido común decidiera funcionar hoy porque desde ayer, se perdió por completo.
Tomé el maletín y me deslicé fuera del auto, troté hasta el toldo que estaba en la entrada y me quité unas gotas de agua que cayeron en mis hombros. Pasé la puerta de la entrada y me encontré con el guardia de seguridad.
-Buenos días, señor -inclinó la cabeza de manera cordial.
-Buenos días-señalé mi auto con el dedo-. ¿Puedes llevarlo al estacionamiento?
-Claro que sí, señor, yo me encargo -le tendí el llavero.
-Gracias.
Atravesé el vestíbulo, la mayoría ya se encontraban en su puesto de trabajo a pesar de ser tan temprano. La firma era bastante considerable en cuanto a estructura y nombre, por ende, muchos empleados trabajaban aquí.
Me dirigí directo a la fila de ascensores que se encontraban al final de la planta baja y cuando estuve por presionar el botón que me llevaría a mi piso, el tercero, una de las recepcionistas me llamó a lo lejos. Giré sobre mi eje y la vi avanzar en mi dirección a pasos apresurados, su ceño estaba fruncido y parecía tensa.
-Señor, lamentó interrumpir -se retorció las manos sobre su abdomen.
-No pasa nada, ¿Qué sucede? -cambié de mano el maletín y esperé a que ella hablara, cosa que parecía estarle costando un poco.
-Lo que sucede es que hay un chico esperándolo -dijo rápidamente.
Cuando dijo eso, el primero que llegó a mi mente fue Porsche, sabiendo lo mucho que le gusta pasar a molestarme, pero al instante lo descarté porque uno: era muy temprano y dos: él pasaría directamente a mi oficina, tenía el pase y así de insolente era.
-¿Dijo quién es? -pregunté confundido.
Ella negó con la cabeza.
-No, ha llegado hace como media hora y pidió verlo -una mueca de culpa se instaló en su arrugado rostro-. He tratado de explicarle que necesita solicitar una cita previa, pero simplemente dijo que lo esperaría afuera, y... -la mujer me miró como si estuviera pidiéndome perdón por algún pecado cometido-: no tuve corazón para dejarlo salir con esta tormenta.
ESTÁS LEYENDO
Caer en tu sonrisa - SONRÍE 2
Romansa¿Puedes ocultar un infierno bajo una pícara, encantadora y maliciosa sonrisa? Pues Porchay Tinnasit, puede hacerlo. O quizás eso pensaba. Aquí es donde entra Kim Satur, un hombre recto, de negocios, totalmente cerrado en cuanto al amor y sobre tod...