¿Ese es el Señor Satur? ☆

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Porchay

¿Alguna vez has sentido un miedo permanente?

Estoy seguro de que el miedo estuvo en algún momento de la vida de las personas, como algo pasajero, algo que luego de un tiempo lo superas y ya está, pero, ¿El miedo constante? Ese es un tremendo hijo de puta.

No importa lo que hagas o cuánto tiempo pase, el condenado traicionero siempre estará ahí, en tu mente, en tus entrañas. No importa donde vayas o con quien estés, incluso no importa si estás follando y teniendo un momento liberador, el miedo estará como espectador.

Y el mío, estaba firme, fiel, como si fuéramos inseparables, a donde yo iba, él estaba y que me condenaran si no había intentado apartarlo, pero era en vano.

Cuando puse un pie dentro de mi casa dos horas después de mi toque de queda, supe que, como siempre, el miedo estaría allí, y aunque era como una montaña rusa, a veces subía y otras bajaba, para mi mala suerte, ahora se encontraba en la cúspide.

-Hasta que te dignas a aparecer.

Un escalofrío recorrió mi columna vertebral mientras permanecía ahí, con una mano en la manilla y la otra sin movimiento a mi costado.

-Cierra la maldita puerta-bramó mi padre.

Me aferre tan fuerte a la manilla, que pude sentir el pinchazo en mi palma, simplemente no podía soltarla, por muy ridículo que parezca, sentía que era mi ancla a la salvación, bien podía salir corriendo porque vamos, nadie podía culparme por querer mantenerme ileso, pero en cambio, cerré la estúpida puerta y espere.

-Lo siento mucho, estuve... -por supuesto que no pude terminar mi explicación cuando mi padre se abalanzó sobre mí clavando sus firmes dedos en mi brazo.

Una mueca de dolor salió de mis labios cuando quito su mano de mi brazo para subirla a mi nuca donde sus uñas fueron enterradas.

Tiró de mi cabeza hacia abajo mientras me llevaba al centro de la cocina. Podía sentir unas gotas de sangre en mi cuello y el único pensamiento que cruzó por mi mente fue: "espero no manchar el abrigo de Mew"

-¿Qué parte del toque de queda no entiendes? -gruñó en mi oído-.Tenía que estar en la calle hace más de una hora y seguramente ahora voy a estar jodido por no llegar a tiempo -luego se alejó para levantar mi mentón de manera brusca-. Ya que voy tarde, hagamos que valga la pena.

Y supe que estaba perdido.

Arremetió contra mí tan fuerte, que el aire abandonó mis pulmones por varios segundos, fui empujado en el pecho con ambas manos, logrando perder el equilibrio y justo cuando pensé que caería al suelo, olvidé que el mesón estaba detrás de mí por lo tanto mi espalda y mi costado se doblaron hacia atrás de tal manera que no supe cómo es que no me había quebrado la columna vertebral.

Después de eso, me desplomé en el frío suelo mientras agarraba mi costado y tiraba mi cabeza hacia abajo retorciéndome del dolor.

Levanté la cabeza para clavar mis ojos en su enfurecida mirada y sonrisa diabólica. Mi padre era un hombre alto, de contextura física normal, no era obeso ni tampoco delgado. Incluso quizás hasta podría vencerlo en algún enfrentamiento físico. Pero a juzgar por mi delgado cuerpo, me dije que en otro momento, cuando tuviera unos kilos de más.

-D-déjame explicarte, padre -supliqué levantando una mano en el aire.

-¡Deja de tartamudear! Odio que lo hagas-se pasó una mano por su desordenado cabello, probablemente perdiendo la poca paciencia que tenía-. ¿Dónde coño estuviste?

Bien, era mi momento de hablar, dos cosas podrían pasar luego de que abriera la boca, la primera; molerme a golpes hasta que probablemente acabe inconsciente en algún rincón de este lugar, no sería la primera vez, y segundo; existía una mínima posibilidad de que mi padre me dejara tomar el puesto en el bar, solo debía negociar con él.

Caer en tu sonrisa - SONRÍE 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora