Sus ojos no mienten ☆

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Kim 

Flashbacks 

Miré la hora en el reloj de mi muñeca, maldije por lo bajo al comprobar que Chay estaba llegando tarde, nuevamente.

La puntualidad no era una cualidad que lo caracterizaba, había perdido la cuenta de las muchas veces en las que le dije un horario y llegó a otro. 

Me apoyé sobre el capó del auto mientras cruzaba los brazos. Supuestamente, quedamos en encontrarnos para almorzar juntos y sin ánimos de entrar y esperarlo en una mesa dentro del restaurante, había decidido esperarlo fuera.

Estaba a punto de abandonar la espera y entrar, cuando lo vi doblar en la esquina de la manzana. Porchay caminaba de manera lenta y despreocupada, como si no estuviera llegando tarde y tuviera todo el tiempo del mundo. 

Su cabello brillaba con los rayos del sol y eso lo hacía ver como un ser mágico, hasta inalcanzable. Joder, era tan raro de mí tener este tipo de pensamientos ridículamente románticos. 

Cuando estuvo cerca, se dio cuenta de mi presencia y con una sonrisa en el rostro, camino a mi encuentro. 

—Hola —susurró dándome un vistazo para nada disimulado. 

—Llegas tarde —lo acusé colocando las palmas hacia atrás en el capó. 

El chico arrugó la frente con indignación, como si estuviera acusándolo de algo sumamente grave. 

—Eres un exagerado, P'Kim, ¿Cuánto me he tardado...? ¿Cinco minutos? —intentó. 

—Fueron veinte —aclaré cortante. 

 —Cinco, veinte, no veo la diferencia —movió la mano quitándole importancia, luego se acercó hasta posicionarse entre mis piernas—. Me distraje un poco, lo siento ¿si?

Plantó un ridículo puchero y maldita sea, se veía pecaminosamente adorable.

—Siempre terminas distraído con cualquier cosa y por ende, termino esperándote —bufé cansino. 

—Mmm, ¿qué puedo hacer para recibir tu perdón? —preguntó con una sonrisa traviesa mientras pasaba sus dedos por mi brazo.

Como si algún día pudiera enojarme con él, pensé. Pero eso no quería decir que no podía utilizar esta situación a mi favor. 

 —Prueba basándome, tal vez de ese modo pueda perdonarte —dije tratando de persuadirlo.

Porchay sonrió de oreja a oreja y acortó la distancia que nos separaba para atacar mis labios en un beso volcánico, y cuando introdujo la lengua para examinar detalladamente mi cavidad bucal, entendí que me estaba volviendo completamente loco.

Loco por él. 

—Entonces... ¿He sido liberado de las culpas? —inquirió sobre mis labios. 

 Lo sostuve de la cintura y fingí sopesar la respuesta. 

—No lo sé, aún no estoy seguro —anuncié, besándole el hoyuelo, él soltó un suspiro de satisfacción. 

—Pues déjame intentarlo de nuevo. No me molesta en absoluto, de hecho, no me perdones nunca —declaró entusiasmado antes de besarme. 

Y así, podría pasar mucho tiempo con él y las jodidas mariposas revoltosas.

.

.

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—Vamos, P'Kim, relájate —plantó una sonrisa perversa que me puso en total alerta—. Respira hondo y cuando estés listo, empezamos. 

Caer en tu sonrisa - SONRÍE 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora